Es harto inusual que un grupo regional de teatro llegue a hacer una temporada, aunque breve, en la capital. "El abismo de los pájaros", por el colectivo porteño La Malinche, se presenta aquí además tras ser apreciado por 7.000 chilenos en una gira que cubrió la V Región, Calama y la zona austral. No es un logro menor.
Dirigida y escrita por Fabiola Ariadna Ruiz, cabeza de la compañía, propone a partir de una laboriosa investigación una historia sencilla que quiere testimoniar y hacer conciencia de que la etnia originaria kawéskar (o alacalufe), habitantes nómades de los canales patagónicos y de la Tierra del Fuego, está próxima a extinguirse definitivamente, y a nadie parece importarle. Hoy, no más de 10 personas dicen pertenecer a ese pueblo milenario de canoeros con su propio idioma y cultura (y se estima que en el siglo XVI eran unos tres mil).
En una hora imagina que un funcionario adjunto de la Armada, abogado, viaja a Puerto Edén para intentar convencer por última vez a una septuagenaria indígena de que venda el terreno en que vive; la idea es construir allí una base aeronaval relevante para el progreso local. Aparece también el dueño de la pensión en que éste se aloja, un ex cabo de Carabineros que fue testigo presencial del arrinconamiento histórico sufrido por esa comunidad, y su hija mestiza.
Ya que no plantea una conclusión o salida al problema, no se puede afirmar que esta sea una obra de tesis. Sí está bien armada y actuada satisfactoriamente de modo funcional a su propósito, que es documentar esta pequeña gran tragedia etnológica y patrimonial, a la vez que hacer conciencia de que todos somos, de alguna manera, responsables de ella. Despierta interés sin duda por la urgente convicción, y el ánimo dolido y escandalizado con que escenifica las implicancias humanas, sociales y culturales de esa circunstancia.
Pero también es cierto que como en el relato predomina un tono expositivo, hasta didáctico, la tensión dramática escasea. En vez de tener carácter apelativo, los diálogos están ahí más bien para describir y dar a conocer los rasgos y antecedentes del asunto. Por lo mismo, el desarrollo es bastante plano, y en el remate no hay clímax ni desenlace: una voz grabada nos informa que la autoridad ejecutó finalmente y sin miramientos lo que estaba decidido de antemano.
A la manera de la música incidental en el cine, una envolvente partitura acompaña la entrega casi todo el tiempo para inyectarle atmósfera a la acción. Suena solemne, a veces telúrica o inquietante. Pero a poco andar da la impresión de que lo que ocurre sobre la escena nunca vibra realmente con la intensidad que sugiere la música.
Matucana 100. Jueves a domingo, a las 20 horas.