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Editorial
Domingo 20 de marzo de 2016
Ciudadanos de auto propio
Es probable que el proceso se intensifique. Pese a haberse duplicado en los últimos diez años, nuestra tasa de motorización -de acuerdo con patrones internacionales- es aún modesta. Es, por ejemplo, levemente inferior a la de Argentina y Uruguay...
De acuerdo con el Registro Civil, más de la mitad de los chilenos adultos ya cuentan con vehículo propio. Su número -incluyendo autos, camionetas y otros- se empina sobre los siete millones, casi seis veces más que en 1990. El dato es revelador del profundo cambio económico que está experimentando el país y la revolución sociológica que ello conlleva.
El acelerado incremento del parque automotor es sin duda consecuencia del crecimiento del ingreso y la capacidad de compra de la población. Revela que el buen rendimiento macroeconómico del país efectivamente se traduce en progreso tangible para las grandes mayorías, permitiendo a amplios sectores de ingresos medios y bajos acceder a bienes y comodidades antes reservados a las personas con mayores recursos. Pero, como ha señalado el reconocido urbanista Marcial Echenique, el incremento del transporte y de la "movilidad" es un factor de progreso económico y social porque "rompe los monopolios naturales que se forman en el territorio, aumentando la competencia y, por tanto, la eficiencia y la equidad".
Es probable que el proceso se intensifique. Pese a haberse duplicado en los últimos diez años, nuestra tasa de motorización -de acuerdo con patrones internacionales- es aún modesta. Es, por ejemplo, levemente inferior a la de Argentina y Uruguay, y está aún muy distante de la de Grecia o Portugal, países que no nos superan por mucho en ingreso per cápita. La consiguiente intensificación del uso del auto suele preocupar a autoridades y expertos en transporte. Temen que el atochamiento que ya se observa en Santiago, en las capitales provinciales y en las carreteras alcance dimensiones insoportables. Pero es inútil y contraproducente pretender forzar a la gente a "bajarse del auto". La solución va por desarrollar las inversiones requeridas en vialidad y autopistas, junto con el apropiado cobro por el uso de parte de los automovilistas de esa nueva infraestructura.
El intento de los planificadores urbanos de desalentar el auto ignora la profunda significación sociológica que trae consigo su masificación. Cada ciudadano en su auto es a la vez más libre y más igual a las élites. Puede desplazarse por la ciudad y aprovechar las ventajas de barrios más gratos y tranquilos. Puede acudir en masa a las más atractivas playas y lagos durante el verano. Puede escoger ocupaciones distantes sin sufrir las esperas y apreturas de la locomoción pública. Una vez que ha logrado adquirir su auto, lo exhibirá con orgullo, exigirá de los gobiernos más preocupación por la seguridad y la ciudad, y rechazará las regulaciones e impuestos que le hagan más difícil pasar pronto a un nuevo modelo. Los políticos han de tomar en cuenta que el nuevo Chile va en auto.