Alguna vez existieron en Santiago las farmacias de barrio; esas que hacían turno, vendían mejorales en tiras y tenían un farmacéutico que conocía cada dolencia de sus parroquianos. Aunque la escala del negocio era distinta, las grandes cadenas compraron uno a uno los locales pequeños para luego cerrarlos, y así dejaron a muchos barrios sin su farmacia. Hoy se repite una amenaza similar: germinan por la ciudad asépticos minimarkets de cadena que aseguran al transeúnte una homogénea oferta de consumo mecánicamente estudiada. Atendidos por "colaboradores" generalmente descomprometidos con su ocupación, son impersonales y desarraigados del lugar donde se encuentran.
Por el contrario, en los barrios todavía subsisten los almacenes de verdad. De esos cuya boleta trae el nombre y teléfono de un vecino; en donde una familia completa ha asumido la tarea de emprendimiento, turnándose para atender el negocio y sacrificando muchas veces parte del espacio y tiempo domésticos. Economía virtuosa y distributiva, pagan contra entrega a sus proveedores y reciben productos de chacreros, panaderos y otros rebeldes de la globalización.
No solo es laudable su heroísmo económico. El almacenero se hace responsable de su lugar, conoce a sus clientes, vigila y es el primero en vociferar por la seguridad de su entorno. Corazón de barrio, el almacén es donde los vecinos se encuentran a la hora que llega el pan para enterarse los unos de los otros. Se transa el mercado laboral de la comunidad, se informan reuniones, problemas y necesidades solidarias. Es también la estación de llegada, en donde se olfatean forasteros y locales.
Los que entienden el desarrollo como un modelo lineal inexorable, los ven como retrasados vestigios de un mundo al que no ha llegado el progreso. Pero el espacio-tiempo no es lineal, y la resistencia creativa que hay en los almacenes abre la posibilidad de un futuro en una dirección distinta. Si Ud. se interesa en un viaje a ese futuro, sustentable y comunitario, adquiera todos los días su pasaje en la tienda de su barrio. Lo atenderá un amigo.