Esta es la undécima película basada en una novela de Nicholas Sparks, un autor romántico por excelencia que nunca ha cejado en el intento por traspasar al cine sus ventas y recaudaciones.
Algunas veces ha sido guionista y en otras productor de títulos como "Mensaje de amor" (1999), "Diario de una pasión" (2004), "Querido John" (2010) o "Un lugar donde refugiarse" (2013).
El lugar de los acontecimientos de sus libros que luego son películas, generalmente, transcurre en Carolina del Norte o del Sur o en algún estado aledaño, y se repiten los nombres de Savannah, Charleston o Wilmington. Vida pueblerina y costera, con amaneceres únicos y atardeceres inolvidables, y para que el lugar sea paradisíaco se necesita un Adán y una Eva.
Son historias rosas de amor eterno con alguna tragedia moldeable e incorporada -enfermedad, accidente, desaparición- y con una pareja joven en el proceso de descubrir que son el uno para el otro.
"En nombre del amor" se asume como un producto de Sparks y su sello de mundo postal y de fotos de calendario no lo olvida ni por un minuto.
Hay una atmósfera permanente de tiempo libre o de vacaciones, para pasear en moto, andar en lancha y Travis Parker (Benjamin Walker), el protagonista, es un veterinario con fama de Don Juan, pero lo que mejor hace son asados y más de una vez está junto a la parrilla, volteando carne o hamburguesas.
Su nueva vecina Gabby Holland (Teresa Palmer), estudiante de Medicina que ya está en la práctica, nació en una casa que en el patio tenía una cancha de golf y una laguna, y esa es su gracia: es millonaria, pero no se le nota.
Travis vive con un perro precioso. La mascota de Gabby es una perra encantadora y preñada. Y los tres cachorritos en una cesta de mimbre son maravillosos.
Los que trabajan son médicos o veterinarios de blanco, impecables e higiénicos, y en unos lugares sin padecimientos donde no se muere nadie.
En rigor, lo único muerto es una lagartija, pero como la dueña es una niña un poco quedada, reemplazan a la muerta por una viva, porque no hay nada más igual a una lagartija que otra lagartija, que es un poco lo que ocurre con estas películas.
No hay personaje secundario que no esté feliz con su vida, desde la recepcionista a la enfermera y los vecinos en general de la playa de Wrightsville, cuya comprensión sentimental carece de límites, porque los despechados aconsejan sinceramente y los vilmente engañados perdonan a las 24 horas.
Hasta para los viudos y viudas hay una segunda oportunidad.
El clima es empalagoso y confitado. Hay una presencia divina y protectora, porque un juego de abalorios se mueve solo y el viento habla con sus ráfagas. La nube de belleza, amor y buenos sentimientos no se detiene jamás.
Hay películas que transitan por el realismo sucio, mal hablado y dolorido de la vida tal cual es, que generalmente es mejor y tampoco tan oscura y nunca tan mala.
"En nombre del amor" es lo contrario. "The choice". EE.UU., 2016. Director: Ross Katz. Con: Benjamin Walker, Teresa Palmer, Tom Welling. 111 minutos. Todo espectador.