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Editorial
Sábado 13 de febrero de 2016
Médicos especialistas en regiones
Aunque se ha hablado del tema por años, todavía no se ha puesto en práctica ninguna idea novedosa que permita superar este serio déficit...
El caso de un niño de 13 años que sufre de cáncer en la ciudad de Punta Arenas y que tuvo que ser trasladado a Santiago debido a la falta de un médico especialista ha puesto nuevamente en el centro de la atención pública la escasez de profesionales especializados. Si el problema ya era bastante grave en Santiago, en regiones la situación adquiere a veces ribetes dramáticos. El caso más reciente así lo demuestra, por cuanto no existe un solo oncólogo infantil en la ciudad capital de la Región de Magallanes y el niño debe seguir su tratamiento a miles de kilómetros de su familia, sus amigos y su colegio.
Estas lamentables circunstancias persisten ya por varias décadas, sin que hasta ahora se hayan podido abordar satisfactoriamente. Por el contrario, parecieran ir agravándose, en parte por la mejor información que circula en nuestros días. Todos los enfermos saben de las posibilidades de curación que tendrían en otros lugares y aspiran a conseguirlas en igualdad de condiciones. Así también lo pregona el Gobierno, pero no encuentra solución al dilema que significa pagar mucho más al especialista que se radica en regiones distantes.
Lo más inquietante de la situación actual es que parece estar agravándose por la actitud que han tomado los propios médicos. En efecto, las renuncias no siempre significan que el médico no desee residir en la zona, sino simplemente que no quiere trabajar para los servicios de salud. Si bien eso, aparentemente, no es lo que ha ocurrido en Punta Arenas, a menudo los especialistas renuncian a seguir desempeñándose en condiciones profesionales limitadas y emigran a la salud privada, la que les ofrece mejores posibilidades de desarrollo profesional. Más serio aún es que en varios casos los mismos médicos impiden la llegada de jóvenes recién especializados o los ponen a trabajar en consultorios de urgencia donde lentamente irán perdiendo su especialización. Si en esos casos los servicios se ven obligados a contratar atenciones privadas, entonces estaríamos asistiendo a un engaño al sistema, lo que con los antecedentes que han aparecido no puede descartarse.
Sorprende la nula capacidad de las autoridades de promover soluciones a un problema que se arrastra por tanto tiempo. La enorme carencia de especialistas no se podrá arreglar pagando más, pues serían sumas cuantiosas las que se requieren para retener a una persona en una ciudad en la que no quiere vivir ni desempeñarse profesionalmente. La experiencia de otros países sugiere que debieran darse las facilidades para que personas oriundas de una determinada ciudad puedan especializarse y retornar a vivir a su lugar de origen, más que a pagar una beca por unos pocos años. Pero aunque se ha hablado del tema por años, todavía no se ha puesto en práctica ninguna idea novedosa que permita superar este serio déficit.