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Editorial
Miércoles 10 de febrero de 2016
Situación de TVN
El problema principal que enfrenta un canal estatal es la dificultad de cumplir su rol de hacer televisión pública -educativa, cultural y que interprete las sensibilidades ciudadanas sin sesgos, el mandato que recibió López- si su financiamiento proviene del avisaje, que, a su vez, depende del rating de su programación...
La reciente renuncia de la directora ejecutiva de Televisión Nacional, Carmen Gloria López, es solo un síntoma de la difícil situación que vive el canal estatal desde hace ya algún tiempo, y no responde a problemas específicos de su gestión, sino a la acumulación de diversos factores que se venían arrastrando desde antes de su nombramiento.
El problema principal que enfrenta un canal estatal es la dificultad de cumplir su rol de hacer televisión pública -educativa, cultural y que interprete las sensibilidades ciudadanas sin sesgos, el mandato que recibió López- si su financiamiento proviene del avisaje, que, a su vez, depende del rating de su programación. Esa lógica obliga a un canal estatal a competir con el resto de la televisión abierta mediante una programación que logre audiencia. Pero si, por otra parte, se insiste en una programación que no compita por audiencia y que se financie directamente por el Estado, a través de los impuestos que pagan los contribuyentes, su rol público queda reducido a los escasos seguidores de una señal de ese tipo, dejando así de cumplir la misión buscada. Esa es la contradicción fundamental de la televisión pública.
Por esa razón, durante 25 años esa contradicción se resolvió en favor del modelo comercial -con algunos esfuerzos culturales aislados que sirvieron como paliativos-, el que paralelamente hace menos posible la captura de la estación por parte del gobierno de turno. Así, TVN logró mantenerse como un canal más de la oferta televisiva, con períodos de mayor o menor éxito, pero, en general, se autofinanció y entregó una televisión masiva, interpretando adecuadamente el contenido que atrae al público.
Sin embargo, los cambios tecnológicos ocurridos en el mundo en la última década están imponiendo nuevas exigencias a la televisión abierta, la que debe enfrentar nuevos modos de consumo audiovisual -TV cable, internet, celulares inteligentes-, acompañados de una explosión de opciones de contenido proveniente de todas partes del mundo, que hace más difícil mantener las audiencias, y con ello los ingresos provenientes del avisaje.
En ese escenario, su directorio anterior, cuoteado políticamente para dar garantías a todos los sectores -modelo que no asegura las competencias para resolver los problemas que un negocio como el televisivo exige-, no supo mantener los talentos sobre los cuales se fundó su éxito televisivo, dejándolos ir a otros canales, bajo la errada idea de que la gestión y control de costos puede tener preeminencia sobre los talentos. Sin estos y, en consecuencia, sin una programación atractiva, pero sí con gran cantidad de costos superfluos no asociados a talentos acumulados a través de décadas, y con un mandato para hacer "televisión pública" no necesariamente conectada con las audiencias, los ingresos del canal se desplomaron y las pérdidas superaron los 20 mil millones de pesos en 2015.
La gestión de López, una vez detectados esos problemas, se enfocó en disminuir los costos superfluos para volver a poner al canal en una plataforma más competitiva, en buscar formas novedosas de financiamiento para enfrentar la crisis y, simultáneamente, en renovar su programación, esperando que sus nuevas apuestas recuperaran el atractivo de su pantalla. Esa es una labor desgastante, ajena a la normal de un director ejecutivo, lo que llevó a López a renunciar antes que su esfuerzo rindiera los frutos esperados.
Un canal estatal que desee competir en el espacio de la televisión abierta requiere estar consciente de las limitaciones por las que transita la industria, no puede renunciar a ninguna de las herramientas de administración que una buena gestión televisiva necesita, ni menos puede sentirse limitado por las repercusiones políticas que su gestión de negocios pueda tener, pues de lo contrario se transformará en un consumidor de recursos públicos sin impacto de contenido en la ciudadanía. Resolver ese puzzle es el desafío que enfrenta TVN en esta compleja coyuntura.