Mi nieto Martín (10) me preguntó por qué su cara se ampliaba en un espejo con aumento. "¡Qué buena pregunta!", lo felicité, mientras repasaba mis lecciones de óptica. "Después, con papel y lápiz te lo voy a explicar".
Juan Diego (8), testigo, trajo el papel y el lápiz. Apurado, les dije que necesitaba tiempo.
Ya puedo contestarles. En todo caso, resulta más fácil explicar la óptica que resolver temas bioéticos.
Lo pienso porque la semana pasada el periodista Cristián González contó en estas páginas cómo la autoridad británica autorizó intervenir embriones humanos para removerles un gen, el Oct4, para entender la sucesión de divisiones que experimenta el huevo. (Desde una célula hasta unas 250 células). Los embriones empleados son sobrantes de procedimientos de fertilización in vitro, y los investigadores no podrán implantarlos luego del experimento.
Todo se hará gracias al método CRISPR, el procedimiento que abrió nuevas puertas a la investigación genética y que fue coronado como el descubrimiento científico de 2015 por la revista Science.
Busqué la foto de la investigadora, Kathie Niakan, y empaticé con ella. Jovencita. Se pregunta cómo el cambio de un solo gen repercute en el desarrollo del embrión. ¿Cambia todo el sistema o cambia solo el gen y las características que define?
Los investigadores están como en la punta de un resbalín: vislumbran el final, se entusiasman y se lanzan.
Cristián González en su nota da cuenta de las advertencias de quienes se oponen por razones éticas a la manipulación de embriones. Kathie Niakan tiene que salvar esa duda. La autorizó la entidad británica de fertilidad y embriología humana.
Ella podrá argüir que averiguará precisamente si la manipulación genética produce resultados imprevisibles, que ayudará a la ética. Que los embriones ya están, que igual se van a morir.
(Resulta más simple explicar óptica a mis nietos que decidir en bioética. El Dr. Juan Pablo Beca, en carta del viernes, llamó a ponderar este tema, "el estatuto moral del embrión temprano", constatando que no hay respuesta única).
Yo, en el rol de Kathie, procedería con todas las cautelas necesarias.
Nuestros nietos tendrán que tomar opciones así; más temprano que tarde, la investigación del genoma humano lleva al cruce de caminos. La formación en filosofía y ética resulta indispensable.
Y las decisiones no serán de laboratorio: se referirán a mi ADN, al ADN de mi hija, o mi nieta. ¿Qué hacer? Tráiganme papel y lápiz.