Si nos atenemos al diagnóstico de buena parte de nuestra derecha, Chile era un país que progresaba a toda marcha y estaba cerca de llegar al nivel de Portugal, el más pobre de los países ricos. De pronto, cayó del cielo la Nueva Mayoría, como una suerte de invasión de extraterrestres, que vino a frenar el crecimiento, reformarlo todo, asustar a los inversionistas y poner el país patas arriba, por razones que solo se pueden atribuir a su ineptitud o incluso a su maldad moral.
¿Qué armas hay para hacerle frente a estos peligrosos alienígenas? Las mismas que la derecha viene utilizando desde hace 25 años: unos excelentes informes legislativos, que muestran con detalle por qué las diversas medidas y reformas de la izquierda son torpes y habitualmente regresivas para los más pobres.
Por otra parte, una mala lectura del fenómeno Macri la ha convencido de que debe seguir apostando a su arma favorita, aquella que maneja a la perfección: las políticas públicas. Así lo hizo durante los años de la Concertación, ese fue el tono general de su gobierno y ahora recurre a ella cuando está en la oposición.
Ciertamente las llamadas políticas públicas son muy importantes y los centros de estudios que las analizan son óptimos. Pero ellas no nos permiten ni siquiera acercarnos a comprender el fenómeno que trajo al poder a la Nueva Mayoría y que la hace seguir adelante en sus proyectos contra viento y marea. Con políticas públicas no se entiende la Revolución Francesa, ni la caída del Muro, ni el auge del indigenismo, ni tampoco la izquierda de Bachelet. Por eso, si la derecha pretende algún día desplazar a la Nueva Mayoría, no estaría mal que primero se preocupara de entenderla. Hasta ahora se ha limitado a despreciarla, con un desprecio que se ve fortalecido por los innegables errores de la coalición gobernante, pero su desprecio es ignorancia.
Sin embargo, debe ser muy profundo lo que se esconde detrás del apoyo que le dio el país al proyecto de Bachelet, pues los chilenos se daban cuenta de que tanto bajo la Concertación como con Piñera íbamos bien, al menos si se miraban los números. Y esas razones profundas probablemente expliquen el hecho de que el desmoronamiento del proyecto de la Nueva Mayoría no vaya acompañado por una mejoría de la coalición opositora, pues se percibe que no es capaz de responder a esos hondos anhelos.
¿Qué significó para los chilenos la propuesta de la Nueva Mayoría? Algo muy antiguo, pero también muy verdadero: que no solo de pan vive el hombre. Con todas sus deficiencias, la segunda Bachelet, la que llegó de Nueva York, vino a decirle al país que aún había lugar para los sueños. En su caso, el sueño fundamental se expresaba en una palabra: "igualdad". Y como ella tiene que ver con la educación, las reformas educativas se transformaron en la madre de todas las batallas.
No solo la educación es importante para la Nueva Mayoría. Un papel análogo lo desempeña la reforma laboral, donde nuevamente la derecha argumenta en términos de eficiencia cuando la izquierda lo hace acudiendo a la justicia. Como la derecha ha hecho lo posible para carecer de sociólogos, historiadores, antropólogos, literatos, cineastas y filósofos, sigue pensando que la cuestión sindical se resuelve con el Plan Laboral de 1979. Es más, la derecha actual mira con asco a los sindicatos, olvidando que ella misma (mejor dicho, los conservadores) contribuyó a formarlos, a comienzos del siglo XX. Tampoco ha realizado una reflexión profunda sobre la ecología, la mujer y, por supuesto, sobre nuestro carácter latinoamericano: realidades que tienen que ver no con cuáles son los medios más eficientes, sino con las razones mismas para vivir.
Cuando le dicen que el mundo ha cambiado, la derecha piensa en la globalización y en la influencia de las nuevas tecnologías, y contrata expertos para utilizarlas en su favor en las próximas elecciones. Así nunca entenderá que si hoy tenemos un gobierno de izquierda no es por casualidad.
Afortunadamente para la oposición, la Nueva Mayoría ha cometido una sucesión de errores no forzados, que han llevado a que la gente pierda la confianza en la capacidad de este Gobierno para responder a sus anhelos más profundos. Pero si la derecha no realiza un esfuerzo serio y doloroso para entender lo que ha pasado en Chile en los últimos años e identificar sus propios errores, ni siquiera Natalia Compagnon será capaz de salvarla.