Para los amantes del café, no solo en lo relativo a variedades, sino también en la forma de servirlo, hay cada vez más lugares que dan en el gusto. Uno de ellos es Colmado, en calle Merced, frente al Teatro la Comedia, el que funciona como un reloj alimentado por cafeína. El problema es que su filial, instalada frente a la Plaza Las Lilas, al parecer es decaf. ¿Habrá sido un día malo nomás? Aunque, yendo al área chica, en esta experiencia hubo fallas de concepto y también errores de procedimiento. Por lo mismo, un porcentaje es achacable a las vacaciones, pero otro no.
Primero, la idea del brunch, que ofrecen los días sábados y domingos. Brunch es el resultado de comprimir las palabras anglo para desayuno y almuerzo, y responde a una comida que se sirve a una hora indefinida entre ambos hitos. A veces viene acompañado con algún "nivelador" del ánimo, como un Bloody Mary o una mimosa, o con algún buen jugo vitaminoso (no con uno AFE, por muy natural que sea). Lo otro es que es más voluminoso y variado que un desayuno normal, con alguna proteína por ahí, frutas o algún lácteo. O sea, algo con más cariño que dos huevos revueltos con queso o prosciutto (y poco), junto a un poco de tomate picado con algo de aceitunas y tres tostadas bañadas -con pica- en mantequilla. Eso es un desayuno, no un brunch (y a $7.900), por más que venga con un café (espresso = impecable) y un postre (ambos de los probados, de lujo: un queque de zanahoria y una torta de chocolate con su acento de frutos rojos).
Lo más brunch en esta ocasión fue que los pedidos se hicieron a la hora de desayuno (12:30 hrs.) y llegaron a la mesa a la hora de almuerzo (13 hrs). No fue culpa del único mozo, realmente sobrepasado, sino de la misma falta de previsión que lo obligó a disculparse porque el pan podía llegar caliente, pero no tostado, porque la máquina para este trámite no estaba al 100%.
Entonces, después de estas rabietas (y que no se consultó cómo se querían los huevos, que llegaron babosos), hay que destacar el antes mencionado queque de zanahoria con nueces y un sándwich de tortilla de papas con pimentones asados, sabrosísimo (aunque sin tostar, $5.700), realmente un déjà vu del local de Merced. Aunque, como cierre final de una experiencia poco lucida, llegó un strudel que parecía una versión "Walking dead" de la repostería ($3.500), pálido como zombi y con un relleno realmente desabrido.
Señores: necesitan un doble shot.
Juan de Dios Vial Correa 1291, Providencia.