Los grandes sabios hablan, con razón, de que el dolor no es tolerable si no está inserto en el sentido de la propia existencia. Eso supone que la vida de cada uno tiene un sentido. ¿Cuál es el suyo, señora o señor que lee?
No es fácil responderse esa pregunta. Lo es para los que tienen fe y viven de acuerdo con las normas y creencias que esa fe les inspira. Pero cómo sabe qué sentido tiene de la vida el ciudadano común y corriente, inmerso en un mundo donde la actividad es tal y tan intensa que las preguntas filosóficas parecen pretensiosas e innecesarias.
¿Qué quiero? Eso hay que preguntarse. Qué quiero para mí y los míos, para mi gente y mi mundo. Al menos si sabemos lo que queremos hoy es porque tenemos algún sentido del tiempo y porque queremos ponerle nombre a lo que guía nuestro comportamiento en cada período. Hacerse preguntas nos obliga. Porque aunque no haya respuestas, al menos nos obligamos a mirar más allá del presente. O tratamos de darle sentido al presente. Ponerlo en alguna perspectiva. Si no, la crítica es más un deporte que una reflexión seria.
En tiempos dolorosos, la pregunta viene sola. Es también una manera de acotar el presente y darle perspectiva. Lo ponemos en contexto, lo hacemos relativo. En tiempos de crisis la pregunta se hace obligatoria, para no perdernos del todo, para que la identidad no se escape. Para tener proyectos con sentido. Para ser quienes somos, ciudadanos de nuestra tierra, del país y del mundo.
¿Cuál será entonces el sentido de crítica que ha inundado nuestra prensa, nuestras radios, nuestra conversación? A veces se parece más al pelambre que a la crítica. ¿Qué estamos tratando de hacer cuando lo único que hacemos es criticarlo todo? Hay quienes añoran una palabra positiva, una perspectiva de sentido. Porque si nos fallaron los curas, los políticos y los empresarios, y hasta los futbolistas y sus dirigentes, tendremos que ver cómo lo hacemos para darle sentido a la sociedad en que vivimos. Y eso es una tarea que primero es personal y se irá haciendo colectiva de a poco. La crítica tiene sentido si lleva al cambio, si nos obliga a nuevos compromisos. Si no, es el vacío. La crítica se asocia a la pasión, a los principios, a las ganas de construir algo nuevo.
La crítica es indispensable... La esperanza también.