El subtítulo de esta película es "Radiografía de un crimen". Con él anuncia un esfuerzo taxonómico para comprender por qué razones Hermógenes Saldívar (Joaquín Furriel) tomó la decisión de asesinar a Latuada (Luis Ziembrowski), el hombre que le había dado trabajo.
El relato se inicia in media res. El abogado Marcelo di Giovanni (Guillermo Pfening) tramita un proceso de extradición en Buenos Aires. A cambio de apurar su causa, la secretaria del juzgado (Andrea Garrote) lo insta a asumir la defensa de un pobre diablo al que el defensor público ha abandonado, y que se encamina a recibir cadena perpetua.
Salto al pasado. Hermógenes trabaja como ayudante en una carnicería de barrio, a las órdenes de Armando (Germán de Silva), un carnicero que le enseña los secretos del negocio, incluyendo las formas de reutilizar la carne que ya no está en el mejor estado. Hermógenes es un hombre zafio, casi analfabeto, alienado no solo de la prosperidad, sino también de la cultura argentina, que ha venido a Buenos Aires después de trabajar como leñador en Santiago del Estero. La incuria de la provincia parece encarnada en este Hermógenes que no conoce otra cosa que el trabajo bruto.
Aun así, el dueño de la carnicería, Latuada, le ofrece hacerse cargo de otro de sus ocho locales, e incluso vivir en él. Entusiasmado por la oportunidad, Hermógenes trae a su mujer, Gladys (Mónica Lairana), y se instala en el local cochambroso, que difícilmente cumple con las condiciones sanitarias.
Mientras el abogado Di Giovanni estudia la causa y se conmueve con la indefensión casi ontológica de Hermógenes, en paralelo avanza la narración de la carnicería. Latuada trae carne cada vez más mala y aumenta las exigencias para que Hermógenes la venda disimulada con diversos trucos. Con su corto entendimiento, Gladys empieza a notar que este negocio no es correcto, que el patrón no es un buen hombre y que Hermógenes es explotado.
Toda la cinta está centrada en Hermógenes, en su resignación silenciosa y en esa triste convicción de que "la vida es un destino a cumplir". El abogado Di Giovanni, cada vez más comprometido, procura devolverle al Estado la responsabilidad por este sujeto desarmado, "inepto", indefenso.
Es la estructura clásica del cine de denuncia social, envuelto en la descripción de una injusticia que cabría llamar estructural. El patrón no pretende ir más allá de eso: es un relato que busca más la eficiencia que la expresión, sin ningún ánimo innovador, ordenado y pulcro, concentrado en demostrar la premisa que lo moviliza, aunque eso signifique que el patrón Latuada tenga que ser un malvado en toda la línea, sin el más mínimo matiz.
Queda un misterio pendiente: tratándose de una producción más bien modesta, ¿por qué es una coproducción con Venezuela?
El patrón Dirección:
Sebastián Schindel.
Con: Guillermo Pfening, Joaquín Furriel, Germán de Silva, Luis Ziembrowski, Mónica Lairana, Andrea Garrote.
90 minutos.