El devenir de Sampaoli ya superó la ridiculez y tiene asomos de tragicomedia. Ha llegado a tal la alteración emocional del técnico, de sus seguidores y de sus detractores, que discutir sobre su continuidad es un ejercicio patético y completamente inútil. El dato duro es que no surge en el horizonte alguien que llegue ahora para quedarse en propiedad al mando de la selección nacional. La opción de Bielsa parece ser altamente difícil por lo inescrutable del personaje. La posibilidad de Pellegrini o Berizzo es una apuesta a mediano plazo, porque tienen contratos vigentes. La conclusión es una: la Roja requiere de un entrenador interino.
Pero antes de lamentarse lo que puede perder Chile con un entrenador de carácter transitorio, que asuma para los partidos eliminatorios de marzo ante Argentina y Venezuela, hay que preguntarse qué importa más: si la eventual pérdida de seis puntos en las clasificatorias o la ocasión de iniciar un proceso que no solo fije como meta llegar a Rusia, sino que un intento concreto de evitar quedar a la deriva por un arranque personalista de un entrenador o sin un recambio oportuno ante la declinación lógica de un ciclo generacional.
Es cierto que el concepto proceso está desprestigiado en el fútbol chileno, porque su uso se vulgarizó. Es más cierto que la sola insinuación de un trabajo planificado y con una organización jerárquica, no con el resultado puntual como urgencia nacional, genere tirria en la masa fanática cada vez más exitista. Y es inevitable que la presencia de Arturo Salah en la ANFP gatille un resentimiento natural disfrazado de crítica ilustrada en la prensa aficionada a los técnicos-figuras que privilegian la calle y desprecian el texto, que rentan con el histrionismo y desdeñan la sobriedad, que se inclinan por la cita ramplona sobre el análisis y que obsequian con frecuencia titulares y portadas.
Sin embargo, dada la compleja coyuntura que, convengamos, Salah no eligió ni provocó, la obligada transitoriedad en la ruta de la selección no debe mirarse como una fatalidad, sino como un desvío de proyecto que tampoco debería ser irremontable si es que el balance es negativo. Es muy posible que también cueste definir al técnico interino que asuma un desafío provisorio, pero es un hecho de la causa que el plantel de jugadores es un modelo consolidado y que la aplicación de los sistemas de juego ha sido internalizada. Es difícil imaginar que el fuerte carácter de la mayoría de los seleccionados y el acervo futbolístico del equipo se consumirán para siempre en dos partidos.
Han sido tan intensos, brutales y dolorosos estos últimos meses para el fútbol chileno, que la incertidumbre frente a lo nuevo se ha empoderado en todos los segmentos. El temor a perder lo ganado ha inmovilizado todas las estructuras, y el mismo periodismo ha contribuido a poner en duda, o peor aún, subestimar, la capacidad, talento y resiliencia deportiva de quienes hoy, dentro de la cancha, tienen a la selección entre las mejores cinco del mundo. Son ellos, nuevamente, los llamados a demostrarnos que Sampaoli, y quien lo suceda en el interinato, poseen en este infeliz capítulo una importancia relativa.