Esta sería la película individual más larga de Tarantino -lo que no es poco decir-, con sus 182 minutos originales. Pero si, como hacen las exhibiciones corrientes, se quitan un intermedio musical y un pasaje dedicado a promover las maravillas del formato Ultra Panavision 70 mm (que solo han usado otras 10 películas en la historia), Los ocho más odiados se reduce a 164 minutos.
Se trata de un western de interiores, cuya mayor parte transcurre en la mercería de Minnie, donde los protagonistas quedan encerrados por una feroz tormenta de nieve. Igual que Django sin cadenas, se sitúa unos años después de la Guerra de Secesión, cuando siguen vivos los temas de la conflagración: el fin de la esclavitud, el odio entre el norte y el sur, la tensión entre negros y blancos, la difícil implantación de la ley.
Otra vez el detonante es un cazarrecompensas: John Ruth (Kurt Russell), que viaja en la diligencia a Red Rock con su prisionera, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), pieza clave de una banda criminal. En el camino se suman otro cazarrecompensas, el ex mayor nordista Marquis Warren (Samuel L. Jackson), y el futuro sheriff de Red Rock, Chris Mannix (Walton Goggins). En la mercería se encuentran con cuatro hombres más que capean la tormenta. Desde luego, todos están armados. Y por supuesto, uno o más de ellos no son quienes dicen ser.
Como es usual, Tarantino puebla su película con referencias cinéfilas. El mayor Marquis Warren toma su nombre de Charles Marquis Warren, un director y guionista de westerns bastante adocenado de los años 50; el equipo fue entrenado revisando la cinta de ciencia ficción El enigma de otro mundo (1982), de John Carpenter, de la que también Ennio Morricone incluyó fragmentos de su propia partitura; el encierro de pistoleros violentos procede de numerosas series de televisión, aunque su inspiración remota es una enervada cinta dirigida por Henry Hathaway en 1951, Dos contra el destino; y así por delante.
Y, otra vez, la construcción de la historia depende de algo que sucedió "45 segundos antes" o "más temprano esa mañana" y de una trama paralela (en este caso, el cuarto capítulo de los cinco del relato) que lo explica todo. Esta manera truculenta de encarar la narración se ha convertido en una fórmula y parece cerca de la extenuación. Tarantino tampoco muestra gran preocupación por sus personajes, arquetipos de escaso volumen, y se concentra en cambio en una violencia encarnizada, más próxima al gore que a cualquier otro género.
Al fin, Los ocho más odiados es una historia de terror, la primera que tiene abiertamente esa estructura en la obra de Tarantino, cuando ha llegado a su octava película y, según sus propios dichos, la penúltima que filmará. Otro escalón en una carrera que ya no consigue ascender.