La diligencia se dirige al pueblo de Red Rock y cruza Wyoming, territorio frío y nevado, y lleva prisa, pero se detiene, porque en mitad del camino un hombre espera sentado sobre su montura.
El mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un antiguo oficial con un tesoro en su bolsillo: una carta personal de Abraham Lincoln, pide ayuda, espacio, y el que se lo concede es el pasajero John Ruth (Kurt Russell), que al igual que Warren es un cazador de recompensas, porque el país está en sus comienzos y el único mandato es sobrevivir.
El grupo que se va a encontrar en la posada Minnie's Haberdashery estuvo en los dos frentes de la guerra de Secesión, entre los ganadores del norte y los derrotados del sur, solo que ahora se han convertido en lo que pueden: sheriff, verdugos, veteranos, pistoleros y todos hombres, y solo una mujer de nombre Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), una criminal en viaje hacia el patíbulo, y su aspecto de bruja asesina no es solo el aspecto.
Son ocho los protagonistas, pero pueden ser más, porque con este tipo de gente nunca se sabe.
Lo único cierto es que es la octava película de Quentin Tarantino responde a su marca y su aliento permanece inconfundible.
Son cinco capítulos de distinta duración, más un epílogo y un total de 168 minutos, para un director que conserva intactos el gusto y la pasión por filmar no solo una historia, sino también filmar al cine y, en este caso, al género del western y con música de Ennio Morricone.
Tarantino les otorga a los personajes, pero especialmente al mayor Warren, unos parlamentos floridos, excesivos y envolventes, porque después de los primeros capítulos la película se encierra en esa posada y poco a poco se destraba una historia que parte por los bordes y de a poco avanza hacia el centro, para que el misterio sea general, la sospecha permanente y así se arremolina una tormenta de violencia que al final se desploma y desata.
Es un cine que como en el teatro del absurdo rompe y deconstruye los moldes, porque estos personajes responden al género del oeste, sin duda, pero al mismo son encarnaciones, espíritus y quizás fantasmas.
Son sombras que caminan y que vienen del western, género muerto y enterrado, que durante décadas filmó la construcción de un país.
En "Los 8 más odiados", en ese grupo aislado por el frío y la nieve, hay racismo, venganza, violencia y el antiguo culto por las armas. También fanatismo, odio y desprecio. Desde luego basura, vísceras y despojos.
Y sobre ese material de dolor, sangre y demolición se levantó Estados Unidos.
El material permanece en sus venas, lo recorre y contamina, y así se explica su grandeza y miseria.
"Los 8 más odiados" es coherente con los propósitos del western, mantiene el mandato y sigue filmando la construcción y lo que surgió.
Aquí está la historia y la memoria del gran país del norte.
"The Hateful Eight". EE.UU., 2015. Director: Quentin Tarantino. Con: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh. 168 min. 14 años.