El centro de San Francisco (EE.UU.) está agitado. Y no es el arribo de turistas que celebran el año nuevo, sino que el de miles de economistas que buscan un empleo. ¿Cómo así? Es que estos días no son de relajo para muchos colegas. Muy por el contrario, son de extrema tensión, pues San Francisco es la sede de la feria laboral más importante de la profesión, el Job Market, instancia anual en donde las universidades contratan nuevos académicos.
Describo el proceso: en los últimos meses, economistas de todo el mundo, particularmente aquellos terminando doctorados, postularon a un millar de posiciones académicas publicitadas en un sitio web especialmente diseñado para tal propósito. Las casas de estudio, por su parte, seleccionaron entre los postulantes, invitando a los elegidos a entrevistas en San Francisco. En ellas, cada candidato debe convencer a sus potenciales colegas de su total dominio del tema de su especialización. No hay rodeos ni privilegios. El diálogo es tan directo como intelectualmente desafiante y, por cierto, no todos salen airosos. Eso explica el estrés de la experiencia. Quienes la superan con éxito son invitados luego a exponer sus investigaciones, ahora sí a las universidades, instancia decisiva para obtener la oferta laboral. Todo para asegurar la competencia de quien obtenga el puesto.
El virtuoso proceso no es desconocido para las universidades chilenas. De hecho, el número de instituciones nacionales que contratan en el Job Market venía creciendo en el tiempo. En la versión anterior, siete lo hicieron: dos del CRUCh (Católica y Chile) y cinco privadas (Andrés Bello, Alberto Hurtado, Adolfo Ibáñez, Diego Portales y los Andes). Pero algo pasó este año: solo tres participan oficialmente y ninguna es privada (fuera del CRUCh).
¿Será la ausencia de las privadas una señal del impacto de las improvisaciones en educación superior del 2015? Puede ser. ¿Se habrán afectado tanto dichas instituciones como para desincentivarlas a entrevistar en el mercado académico más competitivo del planeta? En una de esas y, de ser así, no pocos académicos locales sonreirían. Todo un despropósito y contradicción, pues la mantención de arbitrarios privilegios -común justificación para evitar la competencia- atenta contra la naturaleza misma de la vida académica. Por eso quienes promueven tal mediocre visión no apuestan por la educación superior, sino por una inferior.
Pero volvamos al Job Market. Ojalá que la ausencia de instituciones nacionales sea más que compensada por un gran número de compatriotas con exitosas entrevistas, y que estas los conduzcan a carreras académicas en el exterior. Es que ante la añeja visión de universidad que se levanta en Chile, ¿por qué no querer que las nuevas generaciones de académicos florezcan en instituciones propias del siglo XXI? Así, a todos los estresados economistas en San Francisco ¡la mejor de las suertes en las entrevistas!