La película es la séptima de la saga, pero también la primera de la nueva trilogía, y podría ser vista como un remake de la película de 1977 que fue el origen de la serie y que se estrenó como "La guerra de las galaxias".
Es otra la historia, sin duda, pero son los capítulos y la estructura gruesa: primero un mundo seco y chatarra, aparece el bar galáctico y sus parroquianos, está el pequeño robot que esconde el mapa decisivo, también el sacrificio de un maestro o su equivalente y finalmente el ataque aéreo a una Estrella de la Muerte recargada.
Y un rastreo más fino de seguro encuentra más y mejores reflejos, incluso de personajes, como un Jabba el Hutt más menudo y menos obeso.
"El despertar de la fuerza" se extiende sobre la parrilla que dio a conocer a los viejos estandartes, desde la princesa Leia (Carrie Fischer) a Luke Skywalker (Mark Hamill), y sobre todo a Han Solo (Harrison Ford), porque el Halcón Milenario y su compañero Chewbacca quizás no lucen como en los viejos y buenos tiempos, pero siguen siendo lo que son: un par de aventureros de la galaxia.
Así como la película es una despedida para los viejos íconos, también es una bienvenida a los nuevos: Rey (Daisy Ridley), la joven que tiene un pasado por descubrir; Finn (John Bedoya), con un futuro por construir, y Poe (Oscar Isaac), que no es ni pasado ni futuro, solo presente: un piloto, el mejor, y eso es todo.
Y el personaje de Kylo Ren (Adam Driver), el heredero de Darth Vader, cuando mejor está por presencia y amenaza, es con la máscara puesta, porque sin ese ingenio lo que aparece es el rostro del personaje y lo que es imaginación se convierte en un niñato con demasiado discurso sobre lo habitual, es decir, allá el Bien (con espada láser azul, para que nadie se pierda), acá el Mal (rojo y candente), y Kylo entre medio.
El aire que respira "El despertar de la fuerza" es el de las sagas juveniles de moda, desde "Los juegos del hambre" a "Divergente", y por eso la hipótesis de un amor interracial entre los protagonistas, algo que hábilmente la abre al mundo femenino; y también por eso los personajes adultos van de salida o bien son piezas de nostalgia y museo, porque son sus hijos los que se apropiarán de una serie que vuelve al colegio.
Esta nueva trilogía, como las anteriores, empezó a descascarar los secretos de la paternidad y la enseñanza, algo que está en el corazón de la saga, y algo que el márketing de la serie ha sabido amplificar con enorme destreza.
"El despertar de la fuerza" está en la amplia categoría del más o menos, pero que una película de la saga sea mejor que otra es un dato irrelevante, porque lo relevante es que los padres que eran niños en el siglo pasado, ahora son padres con niños en el siglo actual, y la saga le inyectó su relato de paternidad y enseñanza a las generaciones de espectadores.
Vivir la vida e ir a ver "Star Wars" son procesos emotivos y cognitivos equivalentes.
Es como mucho, pero de eso se trata.
"Star Wars. The Force Awakens". EE.UU., 2015. Director: J.J. Abrams. Con: Daisy Ridley, John Bedoya, Oscar Isaac. 136 minutos. T.E.