Hace cinco años, en 2010, escribí un libro que se llamó "Los políticos del bicentenario según Joe Black". Todavía se le encuentra en algunas de las mejores librerías del país y yo también guardé algunas copias por si alguien lo necesita imperiosamente como material de consulta.
Me acordé de mi libro por el nombramiento, esta semana, de José Miguel Insulza como nuevo agente chileno ante la Corte de La Haya en el caso de la demanda boliviana. Para efectos de ese texto, yo lo bauticé como "José Miguel Ninsulta" y el genial Jimmy Scott lo ilustró como un tanque (por su apodo de "Pánzer", como el blindado alemán) un poco desvencijado.
Claro, porque a mi modo de ver las cosas ese año 2010, nuestro "Pánzer" había perdido gran parte de la enorme capacidad bélica que le conocimos entre fines de los 90 y mediados de la primera década del siglo 21. Parecía como si su cargo de secretario general de la OEA lo hubiese anestesiado políticamente. O quizás hayan sido sus peleas con Chávez (no olvidemos que lo trató ante los ojos y oídos de todo el planeta de "pendejo, desde la p a la o", y cito textual). O fue el invierno boreal, tan crudo y largo, o qué sé yo. Pero nos habían cambiado a nuestro Insulza.
Yo reconozco que antes de eso le tenía admiración. Disfrutaba con el modo relampagueante que tenía de hacer política. Los conflictos se resolvían aquí y ahora, sin lata, como un chasquido de dedos. Yo hasta disfrutaba esa mueca que hacía con la nariz, parecida a la de "La Hechizada". Algunos decían que les molestaba, porque era como una muestra de asco que hacía. Otros lo asociaban a algún tipo de inconveniente nasal. Pero yo creo que era el típico tic que tienen los poderosos. Si se fijan bien, todos aquellos que alguna vez han tenido enormes poderes o grandes talentos han debido luchar contra un tic. Hay teorías que aseguran que mientras más talentos uno posee, más tics (físicos o emocionales) tiene.
Pero llegó un momento en que Insulza perdió los tics. Y la gente dejó de pensar en él como en un pánzer. Dos veces tuvo la oportunidad de ser candidato presidencial y las dejó pasar. Por lenidad, pereza, comodidad, timidez o exceso de humildad, o simplemente por regalón, nunca se decidió a lanzarse en la carrera y se quedó observando el devenir del país desde la vereda de la distancia.
Pero ahora está de vuelta. Esta semana sacó su vozarrón y les respondió un par de cosas a los bolivianos, a García Linera, el Vicepresidente, y al propio Morales, que se ha dedicado a desprestigiar a Chile impunemente durante años. Porque los dos reaccionaron ante el nombramiento de Insulza. En vez de ignorarlo -como hubiese aconsejado un abuelo sabio-, no pudieron evitar salir a torearlo. Pero Insulza les respondió. Y los dejó calladitos. Aunque sea por una mañana. Porque de seguro van a volver al ataque más temprano que tarde.
Da lo mismo. Lo que importa es que esta semana observé a Insulza en televisión y juraría haber visto que su nariz se volvía a encoger como si un elástico se la tironeara desde el párpado. Es la señal.
Así que ojo a los Evo Morales, los Maduro, los cubanos, los iraníes y hasta los ME-O de esta vida que defienden la causa boliviana. Porque el "Pánzer" desempolvó sus cañones e hizo rugir sus motores.
Se acabó la chacota, señores.