La premisa de esta película es sencilla: una joven comienza a recibir llamados de cobranza que son para otra persona. Los llamados aumentan de intensidad y se tornan amenazantes: la joven es emplazada a pagar deudas que desconoce y se ciernen peligros de embargo y acciones judiciales. La joven trata de aclarar que la deudora no es ella, pero nada parece resultar.
De las posibilidades que abre una historia semejante, quizá la primera sería seguir el hilo del misterio que hay tras las llamadas equívocas, una investigación de lo que parece ser un fraude organizado. Una segunda podría ser la de explorar en las dudas personales que suscitan las llamadas en la mujer, los efectos sobre una identidad que es puesta en duda por una fuerza externa.
La directora Isidora Marras escoge una tercera: entreverar esa historia con otras dos, la de una madre que avanza hacia una demencia prematura y la de una obra teatral que ensaya la protagonista. En el trasfondo están esos ruidos que ya se asemejan a una denominación de origen en el joven cine chileno: las marchas estudiantiles. Nuevamente, como en cintas anteriores, esas manifestaciones no se ven más que en forma accidental, como una simple pincelada del estado social en que se desenvuelve la situación individual.
Para que esto funcione es preciso que Olivia (Loreto Aravena Soto) sea una actriz. De la obra que ensaya solo se ven fragmentos y no se divisa en ellos ninguna pista de la relación que puede tener con la intriga principal, excepto que Olivia está sometida a una doble tensión por la ruptura de su relación sentimental con el director (Lautaro Delgado) y el inicio de otra con el actor (Matías Oviedo).
Más sugerente es el problema de Olivia con su madre (Paulina García), que se siente cada vez más perdida en el mundo y que está al cuidado de una empleada (Gabriela Aguilera), cuyos afectos han sustituido la relación filial con Olivia. La presencia de esta mujer desorientada, extrañada frente a la realidad que la circunda, insinúa el rumbo que puede seguir su aproblemada hija.
No es así. La unidad de la historia se resuelve de una manera extraña y confusa, como un gran esfuerzo fallido por unir las líneas cruzadas. El estilo visual sigue esas irregularidades: se muestra eficaz y preciso cuando está junto a la angustia de su protagonista y titubea cada vez que la historia se sumerge en la bruma de la incerteza. Nunca se sabe qué es primero, si el estilo o el relato. Pero los buenos momentos de No soy Lorena sugieren que hay en Marras una cineasta en ciernes.
No soy Lorena
Dirección: Isidora Marras.
Con: Loreto Aravena Soto, Paulina García, Gabriela Aguilera, Maureen Junott, Matías Oviedo, Lautaro Delgado.
84 minutos.