El hojaldre, o masa de hoja, es triunfo de la cultura vienesa. Porque sepa, Madame, que cuando los musulmanes invadieron Europa en el siglo XVII, partieron de Turquía y cruzando Hungría, llegaron a Viena. Cierta madrugada, cuando los panaderos vieneses ya amasaban, oyeron cómo los invasores cavaban túneles para tomar la ciudad. Dieron la alarma, y Viena se salvó. En conmemoración, aquellos panaderos crearon las "medias lunas", hojaldres con forma de "luna creciente", que identifica a los turcos (de ahí también la palabra croissant con que se los conoce en París). Y hay teorías de que el hojaldre mismo es del Oriente Medio, como se colige por ciertos dulces árabes (la baclava, por ejemplo). Sea ello como fuere, el hojaldre es de las cosas más deliciosas, ya sea en dulce o en salado.
La Pastelería Vienesa hace un buen apfelstrudel ($7.900 uno de tamaño adecuado), con un hojaldre tan sutil que se confunde con masa filo, cuyo origen está también en los refinamientos del Medio Oriente. Hay quienes, en vez de la delgadísima masa acostumbrada, usan láminas de masa filo; pero no es tan sabrosa. La masa de este strudel resultó poco sabrosa, en realidad. En Chile estamos acostumbrados al de masa delgada, que no se abre tanto en hojas. El relleno de este fue aromático, en sus últimos momentos de calidad, porque debe ser de manzana "reineta", es decir, de las verdes y ácidas, cuya temporada ya termina. Y harta canela, y pasas, y nueces.
Esta pastelería, fundada hace casi 80 años en la calle Portugal por inmigrantes austríacos, cuyos descendientes la conservan, es el reino del hojaldre. De los pasteles, faltaban varios para nuestra visita, como los choux o repollos con chantilly, y las tartas de frutas. Pero, lo que había de hojaldre, nos pareció excelente, como los "cañones" o "cachitos" o "cucuruchos" con chantilly, y los viejos y bienamados milhojas con chantilly, cubiertos con glacé simple o de chocolate, o los triángulos de hoja con su ligero relleno dulce y bien espolvoreado con azúcar flor. Deliciosa chantilly también en los merengues, perfectos: consistencia seca por fuera y más mojadita por dentro. Muy ricos. Atención: los hojaldres mantequillosos deben consumirse muy frescos, a no más de dos días de hechos, porque la mantequilla se pone rancia.
El resto de la pastelería típicamente alemana ofrecida es buena, como los streusel y diversos kuchenes de frutas, no excesivamente dulces, de masa de calidad. En cambio, los intentos de dulcería chilena no son en absoluto exitosos (el bizcocho cubierto con betún grueso y durón parecía torta infantil; "pastelero, a tus pasteles"), como tampoco las mousses, desabridas, con demasiada gelatina para conservarlas en pie...
Hay también variedad de tortas cuyo precio nos pareció muy conveniente. Y galletitas y queques.
No asustarse por la ubicación: hay estacionamientos en Portugal esquina Santa Isabel y esquina Argomedo.
Av. Portugal 552, 2 2222 5473.