En 1827, junto al Regent's Park se construyó un colosal domo para exhibir la pintura panorámica más grande que hasta entonces se había elaborado. El tema del dibujo era una vista desde la altura y en 360º de la ciudad de Londres. Surgía así una nueva forma de entretención que tenía como centro el sensacional espectáculo de la ciudad moderna. El simulacro fue luego transformado en experiencia viva con la erección de la Torre Eiffel para la Exposición de 1889. La mega estructura de acero no solo demostraba las posibilidades constructivas de los nuevos materiales, sino que situaba a París como el objeto protagónico de lo exhibido en la feria. Poco tiempo después, la Wiener Riesenrad en el Prater o la rueda de Ferris en Chicago, daban una nueva forma deliberadamente lúdica a la observación urbana. La vigencia de estos fantásticos artefactos rodantes sería confirmada en la construcción del London Eye, para festejar al siglo XXI.
Los rascacielos comerciales también abrieron lugar a miradores, como el legendario Empire State en 1931. Posteriormente, en plena Guerra Fría, el socialismo compitió en la carrera por la altura construyendo sus propios faros, como la torre Ostankino, en Moscú y la Fernsehturm en el Berlín del Este, ambas con restaurantes panorámicos. La jugada del capitalismo liberal se haría el año 1973, edificando su trágica insignia, las Torres Gemelas. Y Santiago también fue cosmorama, desde los balcones del Santa Lucía; desde las terrazas, el funicular y el teleférico del San Cristóbal y hoy, desde el Costanera Center.
Mirar la fascinante escena de la ciudad suspendidos en la altura y, como Ícaro, descifrar el laberinto. La utópica metáfora de la planificación urbana que el pionero Patrick Geddes construyó en su Outlook Tower, cuando en 1892 se hizo del observatorio de Edimburgo para instalar una mezcla de museo y laboratorio territorial. Utópica, porque como advertía De Certeau, esa aparente comprensión del orden pone distancia con el intrincado tejido de las prácticas opacas y difusas que siguen bullendo allá abajo.
Esa aparente comprensión del orden pone distancia con el intrincado tejido de las prácticas opacas y difusas que siguen bullendo allá abajo.