Señor Director:
En su columna del lunes, motivada por los últimos casos de colusión,
Karin Ebensperger busca rescatar el vínculo que debe existir entre ética y mercado. Argumenta que el liberalismo clásico no es sinónimo de egoísmo desenfrenado, y refiere al pensamiento de Smith sobre "solidaridad y compasión", contenido en su "Teoría de los Sentimientos Morales". A partir de ello, concluye que para recuperar o preservar el vínculo entre ética y mercado, es necesario enseñar filosofía moral en las facultades de Economía.
Sin embargo, una mera invocación genérica a la ética es insuficiente para caracterizar el problema que denuncia la columna. Es necesario preguntarse, además, cuál es la ética que el mercado requiere de sus agentes para operar correctamente. Para ello, puede ser útil distinguir entre ética de las aspiraciones y ética del deber (ver Fuller, "The Morality of Law"). La ética de las aspiraciones es la moral de la vida buena, de la excelencia, de la máxima realización de las capacidades humanas; mientras que la ética del deber es mucho más modesta y solo aspira a establecer las reglas más básicas requeridas para hacer posible un orden social. La ética del deber no busca hacer hombres buenos, sino solo buenos ciudadanos. De esta forma, una ética del deber se identifica, en buena medida, con el cumplimento del derecho. Esta última es la ética que, bajo el nombre de "justicia", Smith estima imprescindible para la convivencia social. La otra ética, que denomina "virtud", es deseable, pero no necesaria.
El mercado no exige de sus agentes una ética de las aspiraciones. El mercado no requiere de solidaridad ni compasión para funcionar correctamente. Para eso hay otros arreglos sociales e institucionales, desde la caridad de inspiración religiosa hasta el Estado de Bienestar de tradición socialdemócrata. El mercado requiere mucho menos de nosotros: le basta con que sus actores cumplan con una ética de mínimos, en lo más básico, que cumplamos con la ley.
Ernesto Vargas WeilAbogado