Esta película es hermana de la magnífica Nostalgia de la luz (2010). No es una simple derivación, un spin-off, sino una cinta complementaria, que merece ser vista junta a la otra porque comparten un mismo aliento, temas similares y un tratamiento estilístico parecido. En conjunto, forman una especie de díptico de los elementos.
Pero El botón de nácar es más abstracta que su antecesora. La primera imagen es un cubo de cuarzo de unos tres mil años de antigüedad, hallado en el desierto de Atacama, en el que quedó atrapada una gota de agua, una sola, como testimonio aprisionado del origen de todo. La siguen imágenes de los telescopios de Atacama, buscando agua por todo el universo, y luego ríos, océanos, lluvias, granizos, glaciares, todas las formas en que el agua se expresa como "el mediador entre las estrellas y nosotros".
La primera figura humana aparece después de los 12 minutos. Es una de las fotos de los nativos de la Patagonia, cinco pueblos acuáticos que llegaron a constituir una población de ocho mil personas y de los cuales sobreviven solo unos veinte descendientes. Uno de esos nativos, Jimmy Button, aceptó viajar a Inglaterra a cambio de un botón de nácar. Su viaje constituía un experimento para "civilizarlo", pero Jimmy Button solo se quedó sin identidad cultural, sin pasado ni futuro.
En otra de sus operaciones característicamente atrevidas, el cineasta Patricio Guzmán vincula la tragedia de Button y el simultáneo exterminio de los pueblos patagónicos con el destino de las víctimas del régimen militar, en especial con aquellos cuerpos que fueron arrojados al mar desde helicópteros del Ejército. El hallazgo de un botón entre esos restos otorga a esa conexión una insospechada fuerza visual.
Una buena parte del metraje está dedicada a los feroces acontecimientos posteriores al golpe militar, que para Guzmán constituyen el centro de su propia experiencia vital. Si en Nostalgia de la luz la metáfora del golpe era un viento de partículas, aquí es la explosión de una estrella supernova, que habría acaecido en fechas cercanas. La caída de la Unidad Popular adquiere una dimensión cósmica más explícita y más solemne que en Nostalgia de la luz, lo que es quizá el aspecto más excesivo de El botón de nácar.
Las relaciones que establece Guzmán entre sucesos remotos son tan difíciles, que contienen incluso sus propios elementos discutibles. Pero ese esfuerzo es admirable, porque se sostiene en una cosmogonía poética que no podría ser traducida más que por el cine.
El botón de nácar no es un documental en el sentido que se solía dar a esa imprecisa clasificación; ni siquiera es solo un documental "de autor", otra clasificación limitada por su autoevidencia. Es mucho más que eso: una especie de ensayo visual, una relación intensamente personal acerca de la interacción entre el cosmos y la historia, invadida ya no por la nostalgia, sino que por la angustia agonística de lo que se ha perdido sin remisión.
El botón
de nácar
Dirección:
Patricio Guzmán.
82 minutos.