Hay un plano general desde un acantilado y al fondo de la imagen se distingue el perfil o el lomo o la aleta de lo que parece un monstruo marino, y quizás es el leviatán de la Biblia, ese ser poderoso, destructivo y demoníaco.
O a lo mejor es una ballena negra que se levanta sobre los mares fríos e inhóspitos del norte de Rusia.
Esta película tiene una misión y, como el Atlas de la mitología y sobre sus hombros, se echa encima una carga pesada, abrumadora e insoportable.
"Leviatán" va a rastrear y revelar los rasgos de la monstruosidad y por dónde respira, cómo surge y cuáles son sus formas.
En la película solo hay un escenario que es cálido, hogareño y delicado, apenas uno, y se trata de una casa de madera de dos pisos que se levanta sobre un montículo y a sus pies descansa el valle, el puente y el mar.
Ahí vive Kolya (Aleksey Serebryakov) con su mujer, Lilya (Elena Lyadova), obrera en una fábrica de pescados, y su hijo adolescente, Romka.
Ese sitio, tanto la casa como su vista privilegiada, es codiciado por el alcalde Vadim (Roman Madyanov), un funcionario decidido con un pasado, presente y futuro que comparten el mismo color: oscuro.
Para defender lo que le pertenece por herencia y familia, Kolya le pide ayuda a Dmitry (Vladimir Vdovichenkov), un amigo abogado que viaja desde Moscú y lo representa en los tribunales.
Estos son los protagonistas y ya vendrán los hechos.
En la voz monótona de los jueces, con esas frases intrincadas y repletas de códigos ininteligibles. Ese ritual de pompa, togas y ceremonial. Y esas personas que hablan en lenguas y carecen de corazón y no saben de justicia. ¿Ahí vivirá el monstruo? En los palacios de justicia y en esos expedientes donde se acomoda el poder, el miedo y la influencia.
O quizás en el vodka, un destilado irresistible de color blanco, entre 37 y 50 grados, que se bebe en esos vasos delgados y se hace sin medida y solo para alterar los estados y así flotar, olvidar y escapar lejos del puerto y la costa, de la vida que les tocó y del país maldito.
O en la violencia de salir a disparar a las botellas vacías y entre un rifle y otro rifle no hay como la AK47, el fusil de asalto. Y luego cambiar de blanco y elegir las fotos oficiales de los líderes políticos que se lucen detrás del vidrio y estallan con los tiros: Stalin, Brézhneb, Gorbachov. ¿Será el Estado, entonces, el monstruo?
Y el sistema corrupto que impone Vadim, ese alcalde cruel y omnipotente, que demuestra que el hombre es un lobo para el hombre.
Son las mujeres y su condición de trabajadoras explotadas, bajo el yugo del poco dinero, el machismo y la desesperación.
Y es la religión, tan lejos de Dios y tan próxima al monstruo.
Es Kolya solo, despojado, engañado y borracho, porque entendió una parte del mundo, pero le faltó la más importante.
Y es Romka, el joven, que aún no distingue la enredadera de la naturaleza humana, es decir, del monstruo. Todavía no sabe cómo son las cosas y el consejo ya viene: "Cuando crezcas las sabrás".
"Leviafan". Rusia, 2014. Director: Andréi Zviágintsev. Con: Aleksey Serebryakov, Elena Lyadova, Vladimir Vdovichenkov. 140 min. 14 años.