La crisis económica trasandina se ha dejado sentir en el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Su cuarta versión bienal en 2003 llegó a tener 24 montajes internacionales y 49 argentinos; la décima, que culminó recién, programó 14 y 16, respectivamente. Igual sigue siendo una de las más importantes citas de las artes escénicas en el Cono Sur. Sin olvidar que nuestro Festival Santiago a Mil ocurre todos los años y en enero último tuvo montajes de 25 países.
Así que se agradece el acuerdo entre el FIBA y la Fundación Teatro a Mil (gestora de Santiago a Mil), que permitió por tercera vez mostrar aquí una selección de cuatro de las máximas atracciones del último festival bonaerense, dos internacionales y dos locales. Este proyecto nos abre una segunda vitrina a los nuevos cauces de la creatividad escénica en el mundo, y es un regalo extra para los fans del teatro, inimaginable hace pocos años.
El ciclo correspondiente al X FIBA y otra vez en el Teatro Municipal de Las Condes no fue tan brillante como el primero, pero tuvo mucha más contundencia que el segundo. Por si fuera poco, otros dos títulos del programa bonaerense ya los habíamos visto porque Santiago a Mil los ofreció antes: la belga "El cuarto de Isabella", en 2009, y la excepcional "Opening night", de Holanda, en enero de 2014.
Las propuestas venidas desde lejos constituyeron ambas aportes extraordinarios. La australiana "Ganesh contra el Tercer Reich", memorable, tuvo un elenco de actores discapacitados para hablar de discriminación y abuso contra el diferente; su relato, una suerte de fantasioso cómic lúdico y extravagante, incluyó 'teatro dentro del teatro' y cruces transculturales. En tanto, la sudafricana "Macbeth" fue vanguardia de punta, una experiencia inclasificable que algunos tomaron por ópera. En verdad se trató de un elaborado acto performático de extrema hibridez, que se valió de materiales propios del teatro, Verdi y la instalación visual, para arrojar desde la escena una feroz denuncia política.
Respecto a "Querido Ibsen: soy Nora", aclaremos que no estuvo en el X FIBA, sino en su edición anterior en 2013 (y nadie lo dijo). ¿Fue bueno traerla? Porque para valorarla a fondo se requiere conocer bien su fuente matriz, "Casa de muñecas"; se destina a un público muy culto teatralmente, y el nuestro no lo es. Con todo, su elaborada dramaturgia y puesta en escena nos remitieron a ese tipo de obras ampulosas, alambicadamente posmodernas, tan del gusto del sector esnob de la platea porteña. Metateatral y feminista a ultranza, es de esas apuestas con demasiada teoría en el cuerpo que nos hacen sentir bobos por no captar su sentido profundo. A fuerza de buscar 'desidentificación', la premiada actuación 'coreográfica' de la protagonista nos resultó simplemente amanerada.
En cambio, "Mi hijo solo camina un poco más lento" ratificó una de las cosas que mejor hace el medio argentino. Nuevo 'fenómeno' de la escena porteña, como "La omisión de la familia Coleman" o "El loco y la camisa" (que vimos aquí) es otra obrita salida del 'off-off' con un retrato entrañable y rebosante de humanidad, de una familia popular. Esta se centra en el nexo entre la madre y su joven hijo inválido. Sencilla, humilde y hecha con una sinceridad que desarma, sabe expresar raudales de humor y emoción aunque se despliega como un ensayo en un espacio desnudo, con la luz de sala encendida y un actor que dice las acotaciones que indican las acciones físicas. Teatro con el corazón en la mano.