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Editorial
Sábado 17 de octubre de 2015
Debate sobre falta de médicos geriatras
"Resulta evidente que el país necesita tener más conciencia de los problemas que representa el cambio gradual, aunque bastante rápido, de las características demográficas de nuestra población...."
Se ha informado que existe una carencia de geriatras en Chile, lo que no debiera sorprender a nadie, pues ya es bien conocido que hay graves déficits en los médicos especialistas. Para muchas personas, esta falla corresponde a una falta de visión de nuestro país, pues la población está envejeciendo rápidamente y es necesario prepararse para un futuro con mucha más gente de la tercera edad. Según la Organización Mundial de la Salud, debería existir un médico geriatra por cada cinco mil adultos mayores de 60 años, y en Chile hay uno por cada 30 mil personas de esa condición. Más aún, la mayoría de las regiones no cuenta con ninguno.
La cantidad de médicos especialistas será siempre una materia opinable, pues no existe ninguna fórmula de aceptación general para calcular la relación entre profesionales y población. Pero es llamativo que los geriatras quieran medirse en relación con los mayores de 60 años, en circunstancias de que muy pocas personas menores de 80 pensarán que requieren un geriatra para que se haga cargo de sus problemas. Y en esas condiciones, si bien aún es mínima la cantidad y muy mala la distribución de los geriatras, la relación no es tan extrema, pues solo el 15 por ciento de los mayores de 60 años tiene más de 80. En relación con este grupo, las personas de 80 y más años, existe un geriatra por cada 5 mil personas.
No obstante, la atención de los mayores no dependerá del número de geriatras, sino del número de médicos que puedan tratarlos. Los médicos internistas, sin más especialización, están perfectamente capacitados para atender todas las patologías de los adultos mayores y, de hecho, así lo hacen. La práctica de un médico internista hoy consiste, precisamente, en tratar a poblaciones mayores, puesto que es baja la frecuencia de enfermedades en los jóvenes. Quizá por esto los médicos internistas rara vez se interesan por continuar sus estudios para conseguir la subespecialidad de geriatría, al punto de que suman más las escasas vacantes para esos estudios que el número de sus postulantes.
Resulta evidente que el país necesita tener más conciencia de los problemas que representa el cambio gradual, aunque bastante rápido, de las características demográficas de nuestra población. Se requerirá de alguna manera ir solucionando los problemas que se derivan del éxito que representa para el país tener vidas tan prolongadas, tales como la menor proporción de personas en actividad, el cuidado y atención de quienes ven disminuidas sus fuerzas, el alto número de verdaderos ancianos, que llegan a superar los cien años de vida, y tantos otros. Los médicos también debieran prepararse mejor para hacer frente a esa clase de dilemas, para que reconozcan aquellos casos que pueden requerir de un geriatra. Pero siempre serán los médicos internistas quienes tendrán la responsabilidad principal de su atención profesional. Los ancianos demandan más servicios de enfermería y kinesiología, y, en algunos casos, lugares especiales donde vivir su última etapa, para lo cual el país debiera prepararse. No obstante, antes que geriatras, existen otras necesidades más urgentes en la formación de especialistas, incluso para los adultos mayores.
El país necesita tener más conciencia de los problemas que representa el cambio demográfico de su población.