Podría ser una representante más del turismo miseria del cine latinoamericano, pero encasillar de ese modo a este trabajo, ópera prima del colombiano César Augusto Acevedo, es mezquino. Ganadora de la Cámara de Oro en el reciente Festival de Cannes, se trata de una película con una constitución estética que transmite la emoción que quizás sus personajes reprimen, con una fotografía omnipresente en su objeto de interés que vuela sobre este territorio áspero y duro. Esta es la historia del regreso de un maduro campesino colombiano a la granja y familia que abandonó hace muchos años. Su hijo, ahora un adulto, está postrado con su sistema respiratorio dañado. La matriarca anciana, por un lado, y la esposa del enfermo, por otro, salen juntas a cortar caña de azúcar mientras las cenizas de las quemas de las plantaciones vecinas encierran y cercan la pequeña casa donde todo empieza y todo termina. Completísimo ejercicio visual de cine, de cine potente y que se nutre de un desarrollado lenguaje audiovisual, en estas coordenadas los actores no hablan demasiado porque lo que se dice e importa está en las imágenes, en la coreografía social y humana viviendo y creciendo dentro de la pantalla. "La Tierra y la sombra" puede leerse como una metáfora sobre Latinoamérica, con nuestros problemas sociales y miserias, pero también como una fábula, un cuento bellísimo y desgarrador, cimentado entre la muerte, la redención, un niño, que es nieto e hijo, a quien hay que cuidar y salvar y en el horizonte de un sueño; un caballo trotando libre y sin ataduras.
Drama. Colombia. 2015. 97 minutos. T.E.