Pareciera que el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) no se fue "al carajo", como sentenció el entonces Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sino "al Pacífico".
El supuesto triunfo de las economías de lo que Chávez llamaba "socialismo del siglo XXI" y sus socios al enterrar el proyecto de un área de libre comercio continental escondía una enorme trampa. Los países quedaron habilitados a negociar uno por uno con Estados Unidos, lo que es más beneficioso para la economía más grande. México y su renovada industria automotriz, desde el impulso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se las ingenió bien. Atrajo inversiones, mejoró las calidades, y hoy Argentina, que supo tener una superioridad enorme en la materia, se defiende de las importaciones de automóviles hechos en tierra mexicana y les pone barreras y cuotas.
La principal asociación comercial de Argentina, que no es otra que el Mercosur, languidece. Como dice el profesor Juan Carlos de Pablo, los jefes de Estado se llevan y tratan cada vez mejor, pero el área de libre comercio funciona cada vez peor.
Un área de libre comercio implica tratar la producción de los restantes socios igual que la nacional. Derribar las fronteras para el intercambio de mercaderías. Para una empresa multinacional, en teoría, es lo mismo radicarse en Brasil, Uruguay, Argentina o Paraguay para vender en Brasil, el mercado más grande de la sociedad. Pero no es así. Las peleas entre los socios y las medidas proteccionistas han desnaturalizado el Mercosur y Argentina no ha logrado incorporarse a ningún otro tratado semejante.
El ejemplo de los países del Pacífico asociados con Estados Unidos es, además, una aparente medida defensiva contra China. Lo interesante es que Perú y Chile, por ejemplo, profundizan su asociación con Washington cuando su economía comienza a crecer. Como subrayó en su último informe el economista Luis Palma Cané, China, en cambio, parece estancarse. Argentina se muestra dispuesta a profundizar lazos allí y con Rusia, mientras padece escasez de dólares.
Si alguien en una empresa global necesita radicar inversiones productivas en la región, ¿elegirá a Argentina, que solo puede mostrar un dañado Mercosur como plataforma? ¿O preferirá México, que tiene no uno, sino dos acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y ahora también lo tendrá con Perú, Japón, Nueva Zelandia, Malasia, Brunei y Chile?
Argentina no solo no tiene una plataforma similar en el área. El Mercosur tampoco ha logrado un acuerdo con la Unión Europea, que también se está recuperando lentamente.
Sin duda, los sectores que resultan más competitivos con las economías con las que eventualmente podría haber un área de libre comercio están más que ansiosos por lograrlo. Los que no están tan bien parados se resisten fieramente. Es probable que el sector de laboratorios medicinales no quiera saber nada. Como dice con razón Cristina Fernández, los medicamentos son demasiado caros en Argentina respecto de otros países. Pero esas diferencias solo puede dirimirlas un Estado con un equipo profesional muy bien capacitado. Tanto para la negociación externa como para las tratativas con el empresariado local.
Esos profesionales que parecen hoy ausentes o desplazados del sector público necesitarían también información de gran calidad y de primera mano. De políticas comerciales, como también de estadísticas de producción e intercambios. Todas cosas de las que Argentina hoy carece y necesita urgentemente recuperar para no seguir perdiendo oportunidades.
No es posible negociar el acceso al propio mercado y a los ajenos cuando no se puede saber a ciencia cierta ni siquiera cuál es la verdadera inflación, la verdadera desocupación ni los niveles de pobreza.
Jorge OviedoLA NACIÓN/ARGENTINA/GDA