Uno de los efectos de un trauma es el miedo a sentir. No solo directamente lo relacionado con el trauma. En el caso de catástrofes, el miedo a cualquier elemento que la recuerde o en el caso de violaciones cualquier contacto sexual que tenga el menor atisbo de fuerza o de violencia gatilla un sentimiento de temor que a veces parece incomprensible. Por ejemplo, un hombre tiembla cuando cantan los pájaros al anochecer. Es que el tsunami que vivió fue acompañado de un canto de pájaros.
Pero los traumas también se producen a propósito de dolores infantiles profundos. Y de nuevo, como con los terremotos, cuando el trauma es transparente y evidente como ver morir a un hermano en un accidente o ver a la madre presa o torturada, se concentra el miedo a sentir en aquellos estímulos que nos recuerden directamente el horror vivido.
Hay otros traumas más velados y escondidos. Son los que vienen de experiencias tempranas pero que no son ni tan visibles ni tan puntuales como un accidente o una violación. El abandono de un padre o madre del cual nunca se habla ni se explica. La muerte de un hermano que nunca más se menciona. El sujeto se pone una coraza y se llena de silencio, de manera que a la larga sentir mucho, lo que sea, es un peligro.
Personas contenidas, bien portadas, que se relacionan mejor con el cariño que con la rabia, que sufren ante una pelea familiar violenta más de lo necesario, que van formando una familia donde, sin palabras ni prohibiciones, se instala ese silencio que produce este miedo a sentir mucho. Si se acercan a un sentimiento fuerte o violento, dejan de sentir. Se esconden inconscientemente de la posibilidad de revivir el trauma.
Este fenómeno se ha estudiado mucho en los países donde ha habido guerras, represión, violencia por largo tiempo. Y se ha descubierto que se tolera mejor el trauma si se permite a los miembros de la familia expresar el miedo y hablar de lo que lo produce.
Curiosamente en las clases medias y altas este fenómeno se da a propósito de muchas cosas que no "corresponde hablar". El resultado del silencio es el mismo. Porque algo se sabe, algo se siente, algo se sospecha, pero no se dice. Eso asegura la compostura pública y la represión de rabias y temores y temores que no tienen nombre.
Todo lo anterior para recordar que HABLAR TE AYUDA:
En estos días de sucesos traumáticos para el país, ayudemos a los otros a hablar. El miedo tiene palabras. Dejemos que salgan y con eso colaboramos a la salud mental de los que nos rodean.