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Sábado 03 de octubre de 2015
Los últimos días de Rock Hudson
2 de octubre de 1985
Había sido uno de los más famosos galanes de Hollywood. Alto, fornido y buen mozo. Sin embargo, las últimas imágenes publicadas de él lo mostraban esquelético y envejecido. Tenía 59 años y hacía poco había revelado públicamente que sufría de SIDA. Era el 2 de octubre de 1985, y este mal incurable cobraba a su víctima más emblemática, el actor Rock Hudson.
"El Mercurio" informaba que "un año duró su tenaz lucha contra el temido Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, enfermedad que ataca, generalmente, a los homosexuales". Y añadía que su fallecimiento ocurrió en su hogar de Beverly Hills, teniendo a su amigo de largo tiempo, Tom Clark, a su lado.
Roy Scherer Fitzgerald, como se llamaba en realidad, pasó de chofer de camión a ser una de las estrellas más populares de cine en las décadas de 1950 y 1960. Protagonizó varias comedias con Doris Day, de quien era su íntimo amigo. Al enterarse de su deceso, la actriz declaró que "es tan terrible, que no lo puedo creer. Todos esos años que trabajé con él lo vi tan grande, saludable e indestructible".
Las alarmas se encendieron en julio de 1985, cuando en una aparición pública para promocionar un programa de Doris Day, Hudson lucía excesivamente delgado. "Nunca me dijo que estaba enfermo. Cuando nos despedimos, me dio un abrazo enorme y me sujetó un tiempo. Me eché a llorar. Fue la última vez que le vi", dijo la actriz.
En tanto, Elizabeth Taylor, con quien interpretó "Gigante", comentó que "lo quiero y se ha ido trágicamente". Hasta el Presidente de Estados Unidos de la época, Ronald Reagan -antiguo colega del actor- se mostró triste por la noticia.
En el diario se leía que en sus últimos días, Hudson había tomado una terrible decisión: dejarse morir de hambre. Escribía su autobiografía, cuyos fondos iban a ser donados a la recién formada fundación contra el SIDA, pero su sufrimiento era tal, que lo único que quería era descansar en paz. Hacía algunos meses había viajado a París con la esperanza de probar una nueva droga, pero fue en vano. Moribundo, planeó su propio funeral decidiendo que quería que sus cenizas fueran arrojadas al mar: "Pidió a un grupo de estrechos amigos que organizaran una gran fiesta del adiós a bordo de un yate, con champaña, caviar y música ".
Lo cierto es que horas después de su deceso, la Cámara de Representantes norteamericana aprobó 190 millones de dólares para investigar el síndrome. Su deceso tuvo amplia repercusión y sirvió para concientizar a las autoridades y a la opinión pública sobre ese extraño mal que se volvía epidemia. Rock Hudson se convertiría, de esta manera, en símbolo de la lucha contra el SIDA.