Hay cinco o seis canciones en la banda sonora de "El clan".
Son notorias, rítmicas, fácilmente se llevan en el recuerdo o en el tarareo, y la mayoría son de cuando sucedieron los acontecimientos: el primer lustro de la década del 80.
Entre el fin de la última dictadura argentina y el inicio de la democracia, con Arquímedes Puccio (Guillermo Francella) como cerebro criminal, y su familia con una complicidad que es plástica, flexible y carece de fronteras precisas.
Es Arquímedes, pero también su esposa Epifanía (Lili Popovich) y unas hijas e hijos que son cómplices activos, pasivos, silenciosos, ciegos, insomnes o sonámbulos.
Puccio pertenece al Servicio de Inteligencia y su experiencia y sangre fría provienen de los tiempos de la represión en Buenos Aires.
Ahí aprendió lo que ahora pone en práctica: secuestra y extorsiona. La guarida son las habitaciones de su hogar, pide dinero, después asesina y desde lejos observa el dolor y la desesperación ajenas.
Es verdad que cuenta con un par de secuaces, pero la mejor ayuda proviene del agradecimiento y comprensión de su mujer y de su primogénito Alejandro (Peter Lanzani), porque las víctimas son los amigos de un hijo exitoso y rugbista, que tampoco lo pasa bien y hasta sufre remordimientos, pero ya se acostumbrará.
El director Pablo Trapero no de ahora, sino de siempre, ha registrado esas violencias y miserias urbanas que son invisibles y terribles para gran parte de la sociedad.
En dictadura, desde luego y cómo no; en democracia, también.
El de "Carancho" (2010), con los argentinos de la noche -posta, médicos y accidentes- y un hombre que huele sangre y vive del dinero de los seguros y por eso lo de carancho, como el ave de rapiña gris, fea y carroñera.
El de "Elefante blanco" (2012), con esos curas obreros en villas miseria que sufren la desconfianza de la jerarquía y la policía, de los funcionarios del Estado, del narcotráfico y más bien de todos.
Es un cine donde hierve la crítica social y el desencanto, porque el kilómetro cero de América Latina no ha cambiado y sigue estando donde siempre: en el Tercer Mundo.
El de Pablo Trapero es un cine de enorme pureza y energía narrativa que derrocha tensión, suspenso y clima. Es impecable e implacable y está regado con sangre, violencia y arrebato. Es un mundo tan lleno de gritos, suciedad, injusticia y tormento que lo recomendable es no mirar, lo mejor es no saber y para eso están las canciones: se puede llevar el ritmo con el pie, cerrar los ojos y simplemente flotar en la época.
También es un cine que puede ser virtuoso en su coherencia narrativa.
El mejor ejemplo es la última secuencia de "El clan", para lograr un final que abruma y estremece, gracias a una cámara que no se detiene y filma y sigue filmando, porque esa terrible complicidad ya no es invisible: se mira, revienta en la losa, se toca.
Argentina-España. 2015. Director: Pablo Trapero. Con: Guillermo Francella, Peter Lanzani, Lili Popovich. 110 minutos. Mayores de 14.