Una cámara se desplaza por una calle de París, desolada por la lluvia y una intensa tormenta eléctrica. De pronto gira hacia un teatro cerrado, abre las puertas y se asoma a una sala donde un director protesta al teléfono por la mala jornada que ha tenido tratando de seleccionar a una actriz para la obra "Venus in fur". La toma continua se interrumpe por un contraplano que muestra en la puerta de la sala a una mujer de aspecto vulgar. El director, Thomas Novaschek (Matthieu Amalric), está sobre un escenario con la escenografía de una obra cancelada, un improbable musical basado en la película La diligencia. La mujer, Vanda Jourdain (Emmanuelle Seigner), es una actriz que llega tarde a la audición en la que dice haber sido inscrita por su agente.
Así comienza, con velocidad y con tensión, la cinta más reciente de Roman Polanski, filmada cuando cumplía 80 años. Tal como su anterior, Carnage, esta es una adaptación de una obra de teatro de David Ives, que a su turno es una reinterpretación de la novela más conocida del austriaco Leopold von Sacher-Masoch. En otras palabras, es una obra acerca de otra obra acerca de otra obra: una sucesión de lecturas superpuestas en cuyo fondo hay una experiencia vital (¿la de Sacher-Masoch?) revisada una y otra vez.
Vanda quiere ganarse el papel de la protagonista, que también se llama Vanda, pero Thomas está cansado, no confía en su aspecto y solo por gentileza acepta darle una oportunidad. Sin embargo, en cuanto Vanda pronuncia la primera línea, el rostro del director se transforma: la voz tiene el timbre profundo y sensual que ha buscado. Thomas se entusiasma mientras interpreta a Sévérin von Kuchenski, el coprotagonista de la novela.
Vanda se revela lentamente y a la vez aumenta su misterio. Ha aprendido la obra de memoria (¿de dónde sacó el libreto?, ¿será verdad que se llama Vanda?), tiene una idea clarísima de sus debilidades, saca vestuario de un bolso sin fondo y conoce a Thomas mucho más de lo que él cree. El detalle de que no aparezca en la lista de convocadas adquiere una brusca relevancia.
En La piel de Venus convergen los temas de Polanski: las relaciones de poder y sumisión, la disolución de la identidad y, sobre todo, las fantasías sadomasoquistas masculinas. Sería excesivo llamar a Polanski feminista, pero su cine fustiga continuamente a los hombres, y las ráfagas sucesivas de terror y humor que atraviesan La piel de Venus tienen siempre a la vista la ridiculez del macho. Que Vanda sea interpretada por su esposa, Emmanuelle Seigner (a sus 48 años), y Thomas por Matthieu Amalric, cuyo parecido con Polanski es una leyenda del cine moderno, es parte del chiste.
El filme puede resultar pedante en un cineasta que no suele serlo. Pero el estilo de Polanski confiere vitalidad y fluidez a unas ideas pesadas y el intercambio entre Vanda y Thomas tiene una enorme fuerza emocional a pesar de sus vueltas laberínticas. En cuanto ejercicio fílmico, es una gozada.
La Vénus
à la fourrure
Dirección:
Roman Polanski.
Con: Emmanuelle Seigner,
Matthieu Amalric.
95 minutos.