Estados Unidos es el segundo país del mundo con más obesos entre su población. Solo México lo supera en este triste récord. Por eso, la Agencia de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos, la famosa FDA, ha tomado cartas en el asunto y, a partir del 1 de diciembre de 2016, todos los restoranes con más de 20 establecimientos (cadenas de comidas) y las máquinas expendedoras de alimentos, tendrán que indicar las calorías de lo que venden.
Actualmente, algunos establecimientos se han adelantado a la medida y ya cuentan con esa información en sus menús, lo que produce un efecto inesperado. En el Dennys, por ejemplo, la tradicional cadena de comida rápida -en la que se puede tomar desayuno las 24 horas-, se agrega el número de calorías tras cada descripción del plato.
Es cosa de ver el desayuno americano, con tocino, salchichas, tres huevos revueltos con queso, papitas ralladas y tostadas con mantequilla, que tiene prácticamente el total de calorías que requiere una mujer durante el día. Son tantas, engorda tanto, tiene tanto colesterol que simplemente ni se miran.
Lo mismo sucede con esos enormes pasteles, llenos de caramelo, chocolate y otras delicias, que -si se comen- hay que olvidarse de ingerir algo más en todo el día. Por eso que el cerebro de los comensales simplemente se niega a considerar la espantosa cifra.
Porque si lo que se quiere con la medida es que el público tome conciencia, pasa todo lo contrario. Los gordos y los en vías de serlo no transan con el placer de ingerir esos alimentos. Y la reacción no es otra que ignorarlo. ¡Son tantas grasas y calorías que no se pueden andar contando! Si no, hay que quedarse en la casa.
En el país de la abundancia, en que las porciones son gigantescas -"le damos más por su dinero", "llévese, sin vergüenza, lo que no pueda comerse y aprovéchelo en su casa"-, asustar con esa medida no parece tener muy buen destino.
En los países en los que se han gravado con impuestos a las bebidas con azúcar, como una forma de controlar la obesidad, se ha fracasado. Prohibir por decreto no parece ser la solución a esta pandemia.
Mientras la mitad del planeta se muere de hambre, la otra mitad enferma de diabetes e hipertensión debido al exceso de comida. ¡Y para eso necesitamos apenas 21 siglos!