El partido amistoso que jugará mañana la selección nacional ante Paraguay ha terminado siendo una especie de relajo poscelebración del título obtenido en la Copa América. Y no como el banco de pruebas único y necesario de cara al inicio de las eliminatorias.
De partida, la nominación inicial de jugadores para el partido ante los guaraníes denunció que había ánimo de seguir con los homenajes por sobre cualquier otra motivación. La inclusión de futbolistas que incluso al momento de recibir el llamado de Sampaoli estaban lesionados o en procesos de recuperación -como los casos de David Pizarro y Jean Beausejour- indicaba a las claras que lo importante no era seleccionar el mejor equipo posible para el amistoso -o, por último, buscar alternativas de reemplazo en alguna posición debilitada- sino que reunir a los "héroes" de la Copa para recibir un nuevo homenaje.
El mensaje aquel se mantuvo con el correr de los días. Sampaoli, como obviamente no lo hubiera hecho si la instancia del amistoso le importara un poco más, tuvo la suficiente generosidad para "liberar" de la convocatoria a Eduardo Vargas y Claudio Bravo, quienes, amparados por el deseo personal de no perder pie en la competencia en sus respectivos clubes y a sabiendas de que lo de Paraguay no se estaba tomando en serio, solicitaron la venia del DT.
El último antecedente sobre la banal visión que se tuvo del amistoso la constituyó la extraña decisión de realizar un entrenamiento con público en el Estadio Nacional, señal inequívoca de que para el entrenador, siempre tan celoso de resguardar el secreto de su trabajo aunque se trate de tenis-fútbol o un "tontito", no había urgencias mayores de cara a esta fecha FIFA.
Lo malo, lo verdaderamente cuestionable de todo este ambiente que provocó el entrenador fue que, finalmente, el relajo provocó lo que se podría suponer: que algún jugador sintiera que esta era la oportunidad de bajar los brazos de la disciplina y tomarse esta venida a la Roja como un espacio de diversión más que de trabajo.
Los antecedentes indican a las claras que Arturo Vidal tuvo esta visión. Y su "liberación" inexplicable (porque nadie la ha explicado) es un indicativo claro de que la extensión de la cuerda fue demasiado amplia y que terminó por cortarse.
Lamentable.
Las señales que se han dado desde la dirección técnica de cara al amistoso de mañana muestran que, más que preocupación por ahondar en el necesario proceso de consolidación de un equipo que logró un sitial importante, lo que ha habido es una suerte de deseo de seguir acumulando vítores. Y que ello ha provocado una general sensación de relajo.
A un mes del inicio de las eliminatorias, la Roja está en pausa...