Universidad Católica cruza por un trance amargo, está con los pies colgando al borde del precipicio y a ver cómo evita el desplome, porque perdió con Libertad de Paraguay por 3 a 2 y fue después de ir ganando por 2 a 0 en pleno San Carlos de Apoquindo.
Se diría que no tienen perdón de Dios, pero no es así. Dios ha sido generoso con los equipos chilenos, en un sentido: les ha perdonado tantas cosas.
El ruego nacional es para que al menos un club del país siga adelante en la Copa Sudamericana y clasifique no a las semifinales, sino apenas a los octavos de final.
Ahora es la UC entre 30, sobre el vacío y el temor de un destino de serie cómica: el Coyote que cae y cae y es tan hondo el acantilado que lo único que se distingue del monumental costalazo es un silencioso hongo de polvo.
Roguemos al Señor.
No es tanto pedir: uno entre 16.
Hay que recurrir a los santos lugares.
Y a las Cruzadas.
Todo equipo debería hacerlo ocasionalmente y siempre con el noble propósito de recuperar fuerzas, releer la historia y renacer con los nombres sagrados.
El argentino José Manuel Moreno en la UC de 1949, la primera vez campeón.
Los viejos vivos aún recuerdan la época, cuando se enfrentaron a los sarracenos y mongoles, y Santa Rosa y Las Condes eran pueblitos y en la brava comuna de Independencia existía un estadio.
Esto es lo que dicen que son: caballeros cruzados, como el hincha instalado en mitad de la galería con su casco, vestido y escudo.
Entonces ya saben ya: a tomar los califatos y contra el magnífico sultán Saladino.
El Nacho Prieto los arrastra a todos.
Julito Gallardo se las sabe por barrio y no por libro.
Entonces vamos todos, una vez más: en busca de la tierra santa.
¿Quién le discutió con buena ley y mejor fútbol el reinado al Ballet Azul?
El Ballet Cruzado, escrito está, campeones en 1961 y 1966 y atrás don Washington Villarroel, defensa impecable e implacable. En esos equipos volaban las puntas y las espadas de los templarios: Alberto Fouillioux y Rómulo Betta, que es del pueblo de Quillota y creyente de San Luis.
Retornar a los santos lugares y así buscar coraje, redención, aventura, patrimonio, fe, relicarios y suerte.
No pedimos milagros, pero que tampoco Dios mire para el lado el día de la revancha, que se juega un 17 de septiembre. Huifa y ayayay.
Hacia tierra santa.
Las roturas de Mario Lepe.
Las siete pepas de Luka Tudor.
El ángel de Raimundo Tupper.
No es tanto pedir y solo se trata de cruzar a los octavos de final de la Copa Sudamericana, que además no es la Libertadores, y sería uno, apenas uno, uno entre 16.
El "Sapo" Livingstone, y esto ténganlo por verdad revelada: los está mirando y está croando.