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Editorial
Domingo 30 de agosto de 2015
Dólar alto y reactivación
Un dólar alto puede hacer crecer las ganancias de los actuales exportadores, pero es improbable que lleve a aumentar contrataciones o inversiones...
La fuerte subida del dólar durante la semana pasada lo ha llevado, según algunos cálculos, a niveles similares a los de comienzos de la década pasada en términos reales, y acercado a aquellos que durante buena parte de los años ochenta y noventa impulsaron la gran transformación exportadora de Chile. En medio de los oscuros nubarrones que se ciernen sobre la economía nacional, la eventualidad de que las exportaciones agrícolas e industriales retomen el dinamismo se filtra cual prometedor rayo de luz.
Así, por ejemplo, un interesante estudio del banco de inversiones IMTrust muestra que, considerando la evolución de los precios de exportación y de la inflación, el tipo de cambio real habría llegado a ser 12% superior al de 2003, valor históricamente alto. Al considerar precios representativos de las exportaciones sectoriales, resultan particularmente favorecidas con una mayor competitividad las actividades frutícola, maderera y de harina de pescado. Menos beneficiadas resultan, en cambio, la celulosa, la vitivinicultura y la minería. Pero incluso en esos rubros -estima el informe- la caída del petróleo y otros insumos reduce sus costos y los hace rentar como si el dólar fuese cercano a los $800. La noticia no puede ser más alentadora para muchos atribulados agricultores e industriales.
Conviene, sin embargo, tener en cuenta dos observaciones. La primera es que el alza del dólar responde en buena medida a la pérdida de confianza en la capacidad de crecimiento de nuestra economía, lo que significa menos rentabilidad o más riesgo para las inversiones. En parte esto obedece al deterioro internacional: por ejemplo, la recesión de Brasil perjudica nuestras exportaciones frutícolas a ese mercado, así sea que obtengan un tipo de cambio más favorable. Pero -como ha sido intensamente debatido- también las reformas que promueve el Gobierno han creado gran incertidumbre y pesimismo. Mientras ello no se resuelva, un dólar alto puede hacer crecer las ganancias de los actuales exportadores, pero es improbable que los lleve a ellos o a nuevos emprendedores a aumentar sus contrataciones e inversiones.
La segunda observación es que un alza tan fuerte del dólar suele desencadenar presiones inflacionarias que más tarde se reflejan en los costos laborales u otros, diluyendo toda o parte de la ganancia de competitividad obtenida. El desafío allí es de la autoridad monetaria, para disciplinar la inflación, y de las autoridades políticas, para moderar las demandas salariales en la administración pública y en el sector privado. Desgraciadamente, la reforma laboral puede causar el efecto contrario. Últimamente, los costos laborales han subido por sobre la productividad -factor que el estudio comentado no considera- y ello deteriora la competitividad de la producción agrícola e industrial. En suma, es ilusorio creer que la mera alza del dólar impulsará la reactivación económica. Ello requiere que el país se imponga mayor austeridad y productividad.