La sensación es que Luis Enrique no quiere a Claudio Bravo y se lo banca porque la temporada pasada el portero nacional tuvo una campaña formidable, casi perfecta. Pero usted pregunta en España a un catalán, y le va a contestar que parece ser que el míster no lo tiene entre los favoritos. Le pregunta a un español y la respuesta es que es muy probable que prefiera a Ter Stegen, pero que no ha podido imponerlo. Y si hace la pregunta en Chile, nadie tiene dudas: al técnico del Barcelona no le gusta Bravo y tiene que aceptarlo a contrapelo.
Ha corrido más de un año y Luis Enrique sigue empeñado, tal vez porque desde que fue jugador destacaba por su tozudez, en aclarar que Bravo y el alemán son dos arqueros fenomenales y que tienen las mismas posibilidades. Aunque el chileno se imponga en las estadísticas con más partidos jugados y menos goles encajados, sume más experiencia y dotes de líder que su compañero, haya probado que nunca le quedó chico el puesto en el mejor equipo del mundo, y ahora mismo vuelva después de las vacaciones con un título continental a nivel de selecciones.
Lo que en un principio podía ser una obsesión chovinista de la prensa chilena, con el tiempo se ha convertido en un sentimiento colectivo. Las señales dadas por Luis Enrique para demostrar su preferencia tienen variadas interpretaciones. Y los argumentos para comprobar la teoría de que el DT tiene un predilecto no faltan: que el entrenador no visó la contratación de Bravo porque estaba negociada antes de su llegada; que la inoportuna lesión lumbar de Ter Stegen impidió que el técnico jugara con él desde el inicio de la Liga; que la inclusión como arquero en la Champions League fue una poderosa y arriesgada demostración de confianza hacia el alemán y a su vez de deslegitimación para Bravo; que su frecuente desprecio hacia los registros históricos logrados por el chileno en el arco catalán denotaba una clara incomodidad con el tema; que la marginación en el último partido de la Liga -que privaron a Bravo de ser el segundo arquero menos batido de la historia del torneo- fue una desconsideración... Hechos de sobra para pensar casi en una conspiración.
A poco más de una semana de que comience una nueva temporada de liga en España, Bravo, Luis Enrique y Ter Stegen siguen conformando un triángulo donde la incógnita por la titularidad y las relaciones interpersonales es permanente. Detrás del discurso de sana competencia y a veces total indiferencia que intenta transmitir el entrenador cada vez que lo abordan para que se defina, la conclusión es que solo los extraordinarios resultados del Barcelona sostienen un ambiente de aparente cordialidad.
Y aunque no nos agrade (más bien nos enfade), es posible que Luis Enrique opte por darle la titularidad al alemán asumiendo que ha hecho gran parte de la pretemporada y, quizás, porque ya el modelo generó muchas críticas internas la temporada anterior, no ensaye la rotación con Bravo en torneos internacionales. Puede ser que el prejuicio y lo que consideramos justicia futbolística esté influyendo en el análisis. Pero qué tristemente paradojal sería que en su temporada más exitosa, el mejor arquero chileno de la historia no sea en su equipo un indiscutido y, para peor, termine en la banca.