La batalla de Gallipoli fue una de las más cruentas de la Primera Guerra Mundial. Se prolongó por casi nueve meses, entre abril de 1915 y enero de 1916 y enfrentó al Imperio Otomano contra el ataque de las fuerzas aliadas de Europa occidental, que trataban de despejar la franja situada entre el mar Egeo y el mar Negro, para liberar el flanco sur de la asediada Rusia. El total de bajas se estima en medio millón, incluyendo a varios miles del Anzac, el Ejército formado por las colonias imperiales de Australia y Nueva Zelandia.
En Australia se afirma que esta batalla fue el episodio militar que dio origen a la unidad del país, idea sugerida en la resonancia que tuvo la película Gallipoli (1981), de Peter Weir, y reforzada por Promesa de vida, cuyo estreno en el mundo anglosajón se realizó en abril, para el centenario de esa derrota militar que terminó convertida en triunfo al fin de la guerra. Muchos de los combatientes australianos fueron reclutados en la provincia de North Western Victoria, que es donde se inicia esta película.
La primera secuencia establece la premisa principal: en medio de una planicie árida, el granjero Connor (Russell Crowe) busca y encuentra un pozo usando unas delgadas varillas que se inclinan en la dirección donde se oculta el agua. Connor es un maestro en este tipo de exploración. En casa lo espera su esposa, Eliza (Jacqueline McKenzie), aún desesperada por la pérdida de sus tres hijos en Gallipoli, una tragedia de la que culpa a Connor por haberlos dejado partir a la guerra. Como último deseo, Eliza exige a su marido que busque y devuelva a casa los cuerpos de sus hijos.
Connor viaja con esa misión a Gallipoli cuatro años después de la guerra, en 1919, cuando la derrotada Turquía está sufriendo la hostilidad de Grecia. Encuentra la nula colaboración del ejército británico, que realiza una extensa búsqueda e identificación de cuerpos en la región, y las dificultades de una cultura y un idioma extraños. Pero también halla dos ayudas inesperadas: la del mayor turco Hasan (Yilmaz Erdogan), que fue uno de los oficiales durante la batalla, y la de una atractiva dueña de un hotel en Estambul, Aysha (Olga Kurylenko), que tiene la capacidad de ver el futuro en la borra del café.
Hay que aceptar que el talento de Connor para hallar agua bajo la tierra lo calificará para encontrar los restos de sus hijos en un gigantesco cementerio caótico. Sin esto, el resto de la película no funciona. Y el debutante Russell Crowe, por honrada que sea su voluntad de rendir tributo a los ocho millones de desaparecidos de la guerra y de reconciliarse con la cultura turca, no tiene la pasta para lograr que esa premisa tenga un ápice de verosimilitud.
Con todo, la falla principal de Promesa de vida no es ese choque con la credulidad, sino su propia incoherencia fílmica, esa combinación chirriante de dolor con turismo, de pérdida con magia y de tragedia filial con romance intercultural que lo hace todo liviano, irrelevante, fútil. Demasiado.
The water diviner.
Dirección: Russell Crowe.
Con: Russell Crowe, Olga Kurylenko, Yilmaz Erdogan, Cem Yilmaz, Jai Courtney, Dylan Georgiades.
111 minutos.