Gran momento dramático-teatral, sin duda, la versión local de "Sunset Limited", la segunda pieza para la escena de Cormac McCarthy -considerado uno de los grandes escritores estadounidenses vivos por su obra narrativa- se instala de inmediato como el mayor logro en lo que va corrido de la temporada. Resulta tan intenso e ineludiblemente conmocionador, que a su lado el telefilme (de 2011, disponible en streaming ) adaptado por su autor y actuando Tommy Lee Jones y Samuel L. Jackson, luce frío e inanimado. No es poco decir, aunque sean medios diversos.
Definida por el mismo McCarthy -que la estrenó a los 73 años en 2006- como "novela en forma dramática" -pues la empezó a escribir como narración-, muestra nada más que el encuentro de dos solitarios muy diferentes entre sí en una situación extrema. En la humilde vivienda de un predicador evangélico, él y un profesor universitario se reponen de lo que acaban de vivir: el anfitrión impidió que el tipo culto y privilegiado se arrojara a las vías del tren.
El intrigante título sin traducir proviene de la estación cercana del metro donde ocurrió el incidente -si bien el Sunset Limited es en rigor un ferrocarril que cruza EE.UU.-. En el original, el hombre creyente es negro y el frustrado suicida es blanco. Entre otras opciones acertadas, la loable adaptación de Rafael Gumucio los distancia por su estrato socioeconómico.
Un hallazgo en elección de repertorio, la propuesta no ofrece una confrontación. En ella, cada cual -el simple y místico, y el intelectual descreído- solo expone su perspectiva opuesta frente a la realidad y la existencia, sin que se llegue a un debate, respuestas ni conclusión. Esto, enunciado con dura y urgente vehemencia, de modo siempre apegado a la experiencia humana cotidiana, se vuelve una arrolladora meditación acerca de la naturaleza de la fe y sobre cuán importante y necesario es creer en algo antes de preguntarse por qué y para qué vivimos. Lo que debemos resolver primero nosotros, pues la obra -acorde con el feroz escepticismo de McCormack- cierra con el silencio de Dios.
El talentoso director Álvaro Viguera modula con perspicaz instinto los pasajes de mayor y menor tensión, y concentrándose en las actuaciones obtiene altos desempeños de Roberto Farías y Marcelo Alonso. Ellos no ejecutan un duelo actoral; más bien despliegan una afiatada sincronía de energía emocional apoyándose uno en el otro. Con todo, es Farías quien sorprende más, por cuanto consigue que su rol -semejante a su anterior Sandokan, de "Acceso", y el filme "El club", también un personaje popular y un ex delincuente iluminado- sea querible en su ingenua y apasionada convicción.
El admirable resultado contiene en sí varias paradojas que enaltecen sus méritos. La primera es que su profunda vibración teatral se genera en un texto que cuesta definir como "dramático"; es más bien una narración dialogada sin un verdadero conflicto ni fricción entre sus personajes, que simplemente conversan. Ofrece una clase virtuosa de actuación realista-psicológica a partir de un material no psicologista, más aún en un medio en el que hace ¿medio siglo? no hay maestros en esa escuela (que algunos se han dedicado a descalificar). Y la ficción creada -con un "flaite" en un lugar parecido a Chile, donde se escucha jazz y hay un metro llamado Sunset Limited- nos llega desde la escena con tal fuerza, que la notoria contradicción no nos importa para nada.
Teatro UC. Miércoles a sábado, a las 20:00 horas. Entrada general: $8.000; adulto mayor: $5.000, y 40% de descuento para socios del Club de Lectores.