La autonomía se define como la capacidad de tomar decisiones y realizar cosas en forma relativamente independiente, lo que no significa fomentar el individualismo y los sentimientos de omnipotencia. Los seres humanos somos por definición interdependientes y a través de nuestros vínculos y de la relación con otros podemos plantearnos objetivos comunes y realizarlos en forma conjunta. Pero entre la dependencia absoluta y la creencia narcisista de que se podría realizar todo sin ayuda está la capacidad de una autonomía que tiene en cuenta la interdependencia.
La forma en que un niño o una niña es educado puede alentarlos a crecer y ser más autónomos o lentificar su desarrollo obstaculizando la natural tendencia que se da en la infancia de querer valerse por sí mismo. Crecer en autonomía es sentirse capaz de enfrentar nuevos desafíos y de solucionar problemas. Cada vez que hay un aprendizaje nuevo, se cambia la manera de estar en el mundo. Por ejemplo, imagine que usted aprende una nueva técnica en el computador que le resultaba un enigma. El solo hecho de dominarla transforma el equipo en algo más familiar y amigable.
Por supuesto, las madres y los padres pueden hacer más rápido y mejor la mayoría de las cosas que sus hijos, pero no por ello se le debe quitar autonomía al niño.
Marta, una prestigiosa profesional, cuenta que su mamá tenía una obsesión por la limpieza y el orden y un cierto grado de perfeccionismo. Esto se expresaba en las tareas domésticas; por ejemplo, en hacer la cama. Ella relata que hasta hoy -que es una mujer adulta-, cada vez que tiene que hacer una cama se le crea un nivel de ansiedad y de inseguridad que la hace percibir la situación como muy desagradable y que la hace sentirse invadida por una irracional sensación de incompetencia.
El nivel de autonomía que se le otorga a un niño va variando con la edad y el nivel de desarrollo; las exigencias tienen que adaptarse a la capacidad de responder de los niños. No hay que sobreexigir pero, tampoco subvalorar. Hay que recordar que toda ayuda innecesaria frena el desarrollo infantil.
Dar autonomía es dar confianza en sí mismos, es incrementar la sensación de competencia. También es una forma de hacerlos responsables.
La confianza se gana a través de la respuesta que se tiene a los espacios de libertad. Los niños repiten "no me tienes confianza", lo que a veces es verdadero y otras es reflejo de que aún no han aprendido a actuar responsablemente de manera autónoma.
Es necesario fomentar la responsabilidad haciéndoles tomar conciencia de los peligros que pueden correr.
Pedirles ayuda en las tareas domésticas es una fuente de autonomía para niños y niñas. La autonomía se logra con acciones que la favorezcan, y no con discursos acerca de "tienes que ser más independiente".