Señor Director:

Un cigoto, un feto, un niño, un adulto y un anciano tienen algo en común que sirve de sustento a cada uno de los aspectos en que puede ser considerado un individuo. Lo que hay en común es nada menos que la humanidad albergada en cada uno de esos momentos de la vida. Una ley que legaliza el aborto, lo que hace es precisamente despedazar el sustento común de cada una de las posibilidades en que esa humanidad se presenta al mundo.

Una y otra vez se ha mostrado contundentemente la falacia de los sofismas que desean legitimar esa violencia contra la humanidad en su expresión más promisoria, inocente e indefensa. Pero una y otra vez se vuelve sobre lo mismo, en una contumacia pocas veces vista. ¿Cómo tomar en serio el argumento de que Chile es un país atrasado porque es de los pocos en el mundo donde el aborto no está legalizado? ¿Es Bélgica, por ejemplo, un país más avanzado porque acaba de legalizar la eutanasia infantil? ¿Se ha pensado en la irreparable mutilación que se hace a una sociedad democrática al no permitir el ingreso de nuevos miembros capaces de renovarla, como ya lo ha señalado Hannah Arendt hace bastante tiempo? ¿Cómo ser al mismo tiempo progresistas y defender la legitimidad del aborto?

En este asunto, la mejor idea es retirar ese proyecto mortífero y fomentar el conocimiento de las numerosas instituciones de apoyo y acompañamiento a la madre que no desea serlo.

Jorge Martínez B.
Instituto de Filosofía
Centro de Bioética UC