Si el secretario de Estado, John Kerry, habla en serio cuando afirma que EE.UU. no abandonará su compromiso con la lucha por la democracia y los derechos humanos en Cuba, lo menos que podría hacer es lo siguiente: invitar a los disidentes cubanos a la ceremonia de izamiento de la bandera estadounidense en la embajada de Washington en La Habana, que él mismo presidirá el 14 de agosto.

Suena como un gesto trivial, pero no lo es. La dictadura de Cuba -sí, incluso quienes no nos oponemos al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países debemos llamar al gobierno cubano por lo que es- se niega a tener contacto directo o incluso participar en eventos con asistencia de opositores pacíficos.

En Cuba , cuando las embajadas extranjeras celebran sus fiestas nacionales e invitan a los disidentes, el régimen cubano envía a artistas progubernamentales o a "intelectuales" asalariados por el gobierno, pero no a funcionarios estatales.

Para Obama, invitar a disidentes como las Damas de Blanco y otros opositores pacíficos a la ceremonia en la que está previsto que participe el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, sería una prueba de que no faltó a la verdad cuando dijo que mantendrá su compromiso con la democracia y los derechos humanos en Cuba.

Asimismo , invitar a los disidentes sería una manera de que Obama corrija el error que cometió al romper la vieja promesa estadounidense de no hacer un acuerdo con el régimen cubano sin consultar con la oposición pacífica. Los disidentes fueron tomados por sorpresa cuando Obama anunció su plan de normalización, y perdieron influencia política internamente al no poder reclamar ni siquiera un papel menor en las negociaciones.

En una entrevista telefónica desde Cuba, el conocido disidente Guillermo Fariñas me dijo que, hasta el momento, ni él ni ninguno de los opositores pacíficos que conozca han sido invitados a la ceremonia. Si Kerry invita a la oposición, sería la primera vez que recuerde que funcionarios cubanos de alto rango y opositores participen en un mismo evento social, señaló.

"Sería un avance" , me dijo Fariñas. "Sería una manera de enviar un mensaje de que, a pesar de que no tuvieron en cuenta la posición de la mayoría de los opositores, EE.UU. sigue apoyando a la democracia en Cuba". Y añadió: "Y si los funcionarios cubanos no asisten a la ceremonia, todos sabrán qué lado es el intolerante".

Algunos disidentes tienen un mal presentimiento sobre el viaje de Kerry, porque coincide con una cumbre de la oposición interna y el exilio cubano que tendrá lugar del 12 al 18 de agosto en Puerto Rico, a la que acudirán casi todos los líderes disidentes. El Departamento de Estado sabía de la reunión, porque ayudó a los disidentes a conseguir sus visas para el viaje, dicen.

¿Podría ser que Kerry programara su viaje a Cuba para no coincidir con los principales líderes de la oposición y evitar una confrontación temprana con el régimen castrista que podría arruinar su fiesta diplomática? Se preguntan algunos disidentes. Otros dicen que no habría excusas para no invitar a los opositores, porque hay 11 líderes de la oposición pacífica que tienen prohibido viajar al extranjero y que estarán en Cuba.

Consultada sobre si Kerry invitará a los disidentes cubanos a la ceremonia, una portavoz del Departamento de Estado me envió un correo electrónico diciendo que "estamos trabajando en el itinerario de viaje... y todavía no hemos determinado las listas de invitados para los diferentes eventos posibles".

Mi opinión: No invitar a los disidentes a la ceremonia sería un gran error, que pondría en duda el compromiso de Obama con la lucha por la democracia en Cuba.

Obama ha dicho a menudo -correctamente- que después de cinco décadas de una política de confrontación que no ha dado resultados, es hora de probar algo nuevo y tender puentes con el régimen. Pero siempre añadió que su nueva política "incluirá el continuo y firme apoyo a la mejora de los derechos humanos y las reformas democráticas".

Bueno, ya se tendieron los puentes con la dictadura cubana. Ahora, llegó el momento de tender -o recomponer- los puentes con la oposición pacífica.