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Cartas
Viernes 24 de julio de 2015
Gobierno universitario
Señor Director:
El documento sobre la reforma en educación superior elaborado por el Mineduc indica que para recibir aportes del Estado, las universidades deberán incluir con derecho a voz y voto a los estamentos estudiantil y funcionario/trabajador en sus órganos de gobierno.
La Reforma Universitaria de 1918 en Argentina es entendible dentro del marco de su época, en el seno de una universidad retrógrada como lo era entonces la de Córdoba. Pero ha pasado casi un siglo desde entonces y la promesa de mejora y progreso que asociamos con ella ha sido incumplida. La reforma, definitivamente, no colaboró con la excelencia académica.
Luego de 97 años de práctica, ninguna universidad reformista ha salido de la mediocridad y queda claro que el sistema ni ayudó a sus países a resolver los desafíos sociales, tecnológicos y científicos de las últimas décadas, ni les permite tener una visión optimista frente a los que les presenta el futuro. En particular, las universidades reformistas de Argentina hoy están detrás de otras que nacieron o se desarrollaron décadas después.
Para lo que lamentablemente sí ha servido el gobierno triestamental reformista ha sido para que los partidos políticos penetraran decisivamente en el ámbito académico, desplazaran el eje de actividad de la universidad de lo académico-técnico-científico a lo político, y garantizaran así un nicho de actividad rentada por el Estado en una suerte de "Categoría B" a aquellos políticos que no llegan a competir en la "Categoría A". El repaso de los currículums de la dirigencia superior de la mayoría de las universidades argentinas permite comprobarlo.
¿Venimos de superar un marco legal autoritario por el cual las instituciones de educación superior tenían prohibido incorporar a estudiantes y funcionarios en su gobierno para ir a otro que nos obligará a hacerlo? ¡La estructura de gobierno es parte de la libertad académica!
Veo en el documento del Mineduc las huellas autoritarias de estudiantes universitarios de pregrado, o graduados con poca experiencia. Es bueno tener a estos jóvenes trabajando en el gobierno. Pero no es bueno seguirlos en la creencia de que estas viejas propuestas resolverán los problemas académicos del presente y el futuro.
Alejandro Clocchiatti
Profesor
Pontificia Universidad Católica de Chile