Alex (Morgan Freeman) y Ruth (Diane Keaton) llevan 40 años de matrimonio y otro tanto en un departamento por Brooklyn y en un barrio que el tiempo fue cambiando.
Ambos recuerdan, mediante numerosos y breves flashback, cuando se conocieron, cómo llegaron al lugar y los avatares de la vida pasada: él es pintor, ella era modelo, eran y son de distinto color y han tenido una buena vida.
Esta es una comedia romántica de la tercera edad que se conforma con un ritmo plácido e inofensivo y con dos obligaciones básicas: contemplar la ciudad de Nueva York y el oficio de dos actores llenos de pergaminos que así como se exigen se contentan con lo justo.
Sus personajes de Ruth y Alex, por tanto, se esfuerzan lo mínimo necesario; tampoco ocurren ni pequeños ni grandes dramas y lo más temible no es tanto la operación de la perra Dorothy, la mascota, sino el precio de la intervención: 10 mil dólares.
En el centro de la historia, en rigor, hay una oferta inmobiliaria por este departamento que está en un quinto piso sin ascensor, pero con terraza y gran vista.
El mecanismo de venta es un open house, es decir, se coloca un aviso, se ofrece la propiedad y sin cita previa ni mayores antecedentes, asiste una tropa de interesados que durante ese día pueden recorrer, revisar y juzgar el lugar.
La película despierta gracias a este circo de clientes que se mueven al compás de la maestra de ceremonias, Lily (Cynthia Nixon), corredora de propiedades que jamás pierde la energía, estruja ofertas, pone a competir a los interesados, rasguña dólares y nunca deja de pensar en lo que la mueve: su comisión.
La película se mantiene como comedia amable, pero de repente vislumbra espacios mayores, porque lo que para Ruth y Alex es un lugar nostálgico y querible, por sus piezas y objetos, para los compradores nada de lo que existe en ese departamento tiene significado alguno.
En algún visitante hay patetismo y tristeza, como en esa mujer que necesita probar la blandura de la cama y la oscuridad de la pieza para sentir lo que no tiene: cariño y seguridad.
Lo único en común para los vecinos de Nueva York es el dinero, la oportunidad y el mejor precio. Eso es lo que comparten.
El viejo Alex tiene un par de buenas frases y las mejores apuntan en esa dirección.
Y Ruth, por su parte, se luce con su discurso contra el arte convertido en decoración.
En el exterior, mientras tanto, los canales y periodistas no paran y todo rumor es permitido, porque hay una noticia en progreso: un camión abandonado sobre un puente, se busca una bomba y se respira angustia por lo que puede ser un ataque terrorista.
Es cierto que "Ruth y Alex" no deja de ser lo que es: una comedia romántica a velocidad de crucero que apenas deja estela.
En el fondo marino, sin embargo, hay una historia cívica desaprovechada y desechada. Era sobre viejos que se apagan, el miedo global y la codicia tan normal como ciudadana.
La película se hizo y ya está; en el futuro, quizás, se filma un buen remake.
"5 flight's up". EE.UU., 2014.
Director: Richard Loncraine.
Con: Morgan Freeman, Diane Keaton,
Cynthia Nixon.
92 minutos. T.E.