El martes, en el GAM, se presentó la Compañía de Música Contemporánea del Departamento de Música y Sonología de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. El grupo está integrado por Roberto Cisternas (flauta), Cecilia Arce (clarinete), Dustin Cassonet (violín), Fabián Esparza (viola), Sebastián Mercado (chelo) y Julio Torres (piano), bajo la dirección de Carlos Valenzuela. En el programa, los nueve "Retratos" para piano de Roberto Falabella (1926-1958) y la emblemática obra "Vortex temporum I, II y III", estreno en Chile, del francés Gérard Grisey (1946-1998).
Falabella es caso único entre los compositores nacionales. Fallecido a los 32 años, logró un incuestionable espacio en la creación musical chilena, a pesar de sus casi inhabilitantes limitaciones físicas. Iniciado en la música por la inolvidable maestra Lucila Césped, aunque parezca un cliché, no puede evitarse la pregunta: ¿dónde habría llegado si hubiera vivido más tiempo? En su obra revela un universalismo en que se yuxtaponen las reminiscencias tonales, la dodecafonía, la raíz folclórica y el humor. Una auténtica síntesis entre identidad local y vanguardia. Sus "Retratos" de compositores, entre los que figuran Miguel Aguilar, Leni Alexander, Gustavo Becerra y Eduardo Maturana, reflejan esta diversidad "poliestilística" influida por los rasgos personales que Falabella vio en ellos, incluido el tremendismo expresionista, la construcción culta y la ingenuidad con ritmos danzables. Todo esto fue vertido con vehemencia y sensibilidad por el excelente pianista Julio Torres.
Aunque el término "espectralismo" ha sido criticado por los propios autores vinculados a esta corriente, entre ellos Grisey, el término "espectro" pone el énfasis en el análisis acústico-matemático del sonido "mirado con lupa", un "microscopio imaginado" (Grisey). Más allá de las complejas explicaciones del autor (sistema de rotación, arpegios repetidos y su metamorfosis en variados pasajes transientes...), que más que nada revelan el origen de sus decisiones compositivas, el auditor medio se ve sumergido en una inaudita riqueza tímbrica y de manipulado discurso temporal, donde tienen cabida el silencio extendido, el ruido, el piano "desafinado" y las respiraciones de intérpretes y público. Una obra fundamental, intrigante y excitante.
Los intérpretes ejecutaron la compleja partitura con absoluto compromiso y gran calidad, yendo mucho más allá de una lectura (que ya es un desafío), bajo la mano experta de Carlos Valenzuela, quien se desenvolvió con perfecta fluidez a través de los escollos métricos y la gama dinámica ( pianissimi más "pensados" que tocados). En suma, una vez más este grupo y su director demostraron que con su permanente aporte, hay que estar muy atentos a sus conciertos.