En los orígenes de Cannes, los jurados del festival estaban integrados por artistas, claro, pero también por críticos de cine. André Bazin, el mentor del cine de autor en Francia, de la Nueva Ola y de la revista Cahiers du Cinéma, fue parte del jurado en los años 50. Y hubo otros integrantes, como el crítico Michel Ciment en los 70. Ellos dieron puntos de vista valiosos para sus respectivos premiados.
Este año los hermanos Coen dijeron "no somos críticos de cine, somos artistas", al excusar su cuestionable elección para el premio principal. Desde hace años que en Cannes ya no hay críticos de cine en el jurado oficial. Los reporteros y críticos hacemos nuestras propias elecciones en el festival desde afuera de la oficialidad de los jueces, desde la periferia de artistas cuya presencia en el jurado quizás sea más para un efecto de la alfombra roja que un real aporte para discutir los méritos de tal o cual filme.
Hubo un tono de superioridad respecto de los críticos de cine en las palabras de los Coen en esta edición final del evento y, sin duda, valorar un filme porque eres director y haces películas tiene un punto. Pero un crítico de cine también tiene experticia y conocimientos para valorar el arte y su ausencia. La decisión de los Coen este año es criticable, pero más lo es el hecho de ningunear la labor seria de críticos de cine que no comparten la misma opinión sobre el mejor destino para la Palma de Oro. Señores Coen, no lo comparto, pero, personalmente, respeto vuestro error.
Ernesto Garrat