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Editorial
Domingo 24 de mayo de 2015
Alcances de la televisión cultural
Sería una pretensión absurda concebir una televisión cultural de calidad fuera del marco que se exige a la televisión en general...
El 1 de octubre de 2014 comenzó a regir la nueva normativa del Consejo Nacional de Televisión, que obliga a los canales de TV abierta a emitir cuatro horas de programación cultural a la semana, dos de ellas en horario de alta audiencia, en un comienzo, de lunes a viernes, de 18:30 a 00:00 horas, pero desde este 1 de junio, también los fines de semana. Esto último, porque el Consejo Nacional de Televisión se abrió a la inquietud de los canales, que sentían estar haciendo un esfuerzo por mejorar la calidad de sus producciones para el domingo en la noche -como la exitosa serie "Los 80"- y que su emisión no sumaba a las "horas culturales" requeridas.
La nueva ley también define en general y amplía lo que considera "cultural". Por cierto, esto hace que los canales puedan cumplir con la norma allí donde tengan un resultado adverso más bajo en términos de audiencia. Con todo, hay una suerte de acuerdo para utilizar un concepto amplio de cultura para cubrir cosas que naturalmente no lo son, entre ellas, teleseries, series, programas de debate político como "Tolerancia Cero" (Chilevisión), o periodísticos, como "El informante" (TVN) o "Más vale tarde" (Mega).
El debate sobre lo que es (o no) cultura resulta interminable, y en televisión, tanto más difícil. La antropología considera que lo cultural forma parte de todas las prácticas sociales imaginables, de modo que, en ese lineamiento, los canales dedicados a los reality shows también serían culturales. Pero no se refieren a eso quienes promueven mayores espacios culturales en la TV. En rigor, lo que se persigue al tratar de agrupar ciertos programas bajo el rótulo de "cultura" es que la televisión asuma que tiene una responsabilidad en la formación del imaginario social y en el comportamiento cívico. Se aspira a que la televisión masiva profundice con seriedad y tiempo en temas históricos, científicos, artísticos, filosóficos; que permita el acceso de quienes no pueden pagar un boleto a los grandes escenarios del mundo.
Las restricciones para cumplir con muchos de estos anhelos son enormes, pasando por los desafíos técnicos y económicos que enfrentan los canales de televisión. La industria debe lidiar contra la dificultad de conciliar una propuesta cultural con buenos resultados de audiencia, lo que no siempre resulta fácil, y tanto menos si se agrega el concepto de "calidad". Pero tampoco cabe resignarse a la idea de que la televisión comercial tendría per se alta audiencia, y la cultural, muy baja. Ni que todo programa comercial y masivo es de baja calidad, ni menos que todo programa "cultural" es de alta calidad.
Por cierto, sería una pretensión absurda concebir una televisión cultural de calidad fuera del marco que se exige a la televisión en general. Y lo que se pide es gran espectáculo televisivo, aprovechamiento de los recursos técnicos disponibles y buen uso del lenguaje propio del medio. Toda carencia al respecto se evidenciará en la pantalla. Nuestra industria televisiva tiene todos los elementos necesarios para satisfacer esos requerimientos.