No se puede sino describir como un milagro y una proeza. Todos los aspectos necesarios para una gran representación concurrieron el jueves en el Teatro Regional de Rancagua en el estreno en Chile, y América del Sur, de la ópera-ballet "Platée" (1745), de Jean-Philippe Rameau. Fue una noche de felicidad para todos: para los artistas chilenos y argentinos, y para el público, conquistado desde el inicio por una música de variedad infinita y por una producción vibrante, novedosa y de intenso atractivo.
El primer lujo es el conjunto instrumental constituido por la Orquesta Barroca Nuevo Mundo (Rancagua) y la Orquesta Compañía de las Luces (Buenos Aires). Son un total de 32 músicos con instrumentos históricos, dirigidos por el maestro Marcelo Birman, especialista en este repertorio y dueño absoluto de una partitura en la que descubre miles de posibilidades expresivas en un sonido donde el ritmo cambiante, las pausas de silencio, la liviandad y la transparencia, la mayor densidad sonora, la tensión y los efectos van dando cuenta tanto del divertimento fatuo como de la dimensión emotiva y hasta trágica de esta obra, que lleva al espectador a ser parte de la burla hacia una ninfa fea escogida por los dioses como víctima de una farsa.
Junto a Birman, el extraordinario Coro de la Compañía de las Luces fue un puntal de musicalidad y de aplomo escénico, haciendo parecer un juego de niños la elaboración de los numerosos corales, suntuosos, monódicos, polifónicos, entrecortados por intervenciones solísticas o instrumentales. Además, Birman triunfa en la fusión del canto con los intermedios danzados, que subrayan en Rameau su sentido del ritmo y la melodía.
Pablo Maritano montó una fiesta de ideas imaginativas y transgresoras, en un movimiento de flujo constante, siempre sorprendente y nunca reiterativo, con guiños al punk , al kitsch y a la estética de "Priscilla, la reina del desierto". Desde ese contexto, Maritano comenta el ridículo de la pompa ceremonial, y desafía las "buenas costumbres" cuestionando los modales y las opciones, y enfrentando a los personajes y al público con su propia crueldad. La risa fácil, entonces, no tarda en volverse algo amarga. Contó con las sugerentes y divertidas coreografías de Carlos Trunsky.
El papel protagónico de Platée está encargado a un hombre, en este caso el tenor Alexis Ezequiel Sánchez, quien realiza una verdadera creación de un rol exigentísimo en términos teatrales y repleto de escollos vocales. Su habilidad dramática, su entrega, los cientos de detalles gestuales y de desplazamiento con los que construye un personaje tan patético como gracioso, unido a su perfecta adecuación estilística, hacen de su trabajo un logro mayor, admirable, que debe ser reconocido como una cima. Todo el elenco estuvo en un alto nivel, pero no se pueden dejar de mencionar la notable Folie de la soprano Patricia Cifuentes, quizás el mejor rol de su carrera; el sólido Cithëron del barítono Patricio Sabaté, que confirma su versatilidad; la enfática Junon de la mezzo Evelyn Ramírez, y la solvencia vocal y escénica del tenor Pablo Pollitzer (Thespis / Mercure).