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Cartas
Lunes 18 de mayo de 2015
Asamblea constituyente
Señor Director:
La discrepancia que mantengo con los profesores Constanza Salgado y Pablo Contreras es muy precisa: ¿Debe la Constitución modificarse por una simple mayoría o por un quórum especial que refleje un acuerdo más amplio?
Los profesores señalan que lo único democráticamente aceptable sería la simple mayoría. Por eso promueven una asamblea constituyente que facilitaría esta regla. Se entiende ahora por qué no intentaron responder las preguntas que iniciaron este debate. Para ellos, abordarlas no tiene importancia, lo que ratifica la superficialidad del eslogan, pues lo único relevante sería conseguir un mecanismo que permita modificar la Constitución por simple mayoría. Y ahí aparece la asamblea constituyente.
Su argumento merece dos comentarios. El primero es en torno a la noción de Constitución. Esta puede pretender muchas cosas: distribuir el poder entre instituciones públicas; reconocer derechos a fin de protegerlos especialmente; proponer principios de moral pública, etcétera. Pero de lo que no cabe duda es que las constituciones son ciertamente un límite a las mayorías, y por lo mismo, las reglas constitucionales suelen tener requisitos especiales de reforma, entre los cuales se exige, tradicionalmente, requerir quórums especiales. Y en esto, la democracia chilena no está sola. Una gran cantidad de países así lo ratifican. Por lo tanto, defender quórums especiales -que son reflejo de pactos sociales amplios- es perfectamente democrático.
Pero posiblemente a los profesores estas ideas no los convencerán. Y es porque su aproximación no es tanto normativa, sino circunstancial. Ello queda claro en su última carta, en la que su principal argumento es que la centroderecha no concurrirá a modificar todas las disposiciones que los profesores quisieran. Por eso habría que cambiar las reglas e invocar a una asamblea constituyente.
En otras palabras, las reglas del juego no son convenientes para sus objetivos y, por lo mismo, deben cambiarse a fin de imponer el resultado que esperan. Aquí es donde se devela por fin que con la asamblea constituyente se quiere hacer trampa; esto es, eludir las reglas vigentes -el Congreso- con miras al provecho propio.
Sebastián Soto Velasco