Señor Director:
Hace una semana afirmé que el llamado a una asamblea constituyente (AC) era superficial y tramposo si no abordaba preguntas cuyas respuestas, muy posiblemente, mostrarían la debilidad del reclamo. El martes, los profesores
Constanza Salgado y Pablo Contreras, sin responder ninguna de esas preguntas, aunque reconociendo que las comparten, insisten en la necesidad de una AC con dos argumentos conocidos.
El primero es que la AC es necesaria porque el actual sistema sería antidemocrático al exigir quórums especiales. El argumento tiene un sustrato complejo. Si son coherentes, también debieran considerar "antidemocráticas" las reformas constitucionales que se han hecho desde 1990. Pero sabemos que eso no es así y que los acuerdos alcanzados usando el procedimiento que hoy los profesores critican han fortalecido la democracia.
Lo que quieren lograr es algo más simple: que las decisiones de la AC sean por simple mayoría. No deja de ser contradictorio que el reclamo por una Constitución más representativa se resuelva por medio de una asamblea que no busca acuerdos amplios. La Constitución, que por definición debiera reflejar un consenso, requiere para eso de reglas procedimentales que aseguren la concurrencia de una mayoría calificada de los representantes. Lo contrario amenaza su legitimidad y eficacia. Es por eso que el ejercicio de la potestad constituyente, no solo en Chile, suele requerir de quórums especiales.
El segundo argumento es que la AC es la única forma de partir con una "hoja en blanco", es decir, "no sobre la base que por defecto" mantiene a la actual Constitución. Pero eso es teoría. Afortunadamente siempre habrá una norma vigente por defecto, sea que falle el acuerdo en el Congreso o en la AC.
Pero hay un punto de convergencia. Los profesores expresan que una AC sería similar a un "Congreso no binominalizado". Así, sin reconocerlo directamente, consideran que el próximo Congreso sería un lugar apto para, eventualmente, discutir una reforma sin que sea necesario convocar a una AC. Al compartir la vía institucional, la asamblea empieza a perder fuerza.
Con todo, lo más sintomático en esto es que dos activos promotores de la AC eviten dar respuesta a las preguntas que hice, lo que ratifica, al parecer, que el reclamo por ella es superficial y tramposo.
Sebastián Soto Velasco