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Cartas
Lunes 11 de mayo de 2015
El ensueño de don Ennio
Señor Director:
En su columna del sábado, don Ennio Vivaldi escribe: "La educación universitaria gratuita promueve personas comprometidas y agradecidas con el conjunto de la sociedad y con valores de cohesión, ayuda recíproca y generosidad".
Esa afirmación no es correcta. Es un ensueño. Nací y viví por décadas en Argentina, donde desde la generación de mis padres hasta la de nuestros hijos se han educado, o hubieran podido educarse, en un sistema educativo gratuito en sus niveles básico, medio y superior, y puedo asegurar con 100% de certeza que las personas que salen de la universidad argentina no pueden caracterizarse por ese perfil de santidad.
Hay ejemplos notorios en todos los niveles posibles de exposición pública. Desde políticos que figuran entre las personas más corruptas del mundo hasta egresados que no consiguen trabajo en su área específica y tienen que poner un quiosco, o salir a manejar un taxi, y hacen gala cotidiana de las mismas virtudes y miserias que el resto de la gente.
Sucede que cuando llegamos a la universidad, ya somos, en lo básico, lo que seguiremos siendo al salir de ella. La educación universitaria no nos cambia en lo esencial; para eso importa mucho más la educación previa. Esa es la que nos proporciona la base, el esqueleto, la estructura. Esa es la que nos forma o deforma la psique.
La referencia a Gabriela Mistral y Pablo Neruda en el marco de la gratuidad universitaria también es equívoca. Mistral fue usualmente discriminada como educadora (en Chile), justamente por no tener título profesional del Instituto Pedagógico, y Neruda publicó su primer libro, "Crepusculario", durante su segundo año en este mismo instituto. Ninguna universidad de Chile puede atribuirse mucho crédito por su contribución al alma de estos escritores.
Un buen sistema de educación pública y la gratuidad en educación superior no son, necesariamente, la misma cosa. Y mirando el ejemplo de Argentina, cuyo sistema conozco de arriba para abajo, desde adentro y desde afuera, a lo largo de tres generaciones de universitarios, tengo que concluir que la segunda no favorece al primero.
Alejandro Clocchiatti
Profesor Pontificia Universidad Católica de Chile